Modo hacer y modo ser

Cuando practicamos la soledad y el silencio descubrimos cómo funciona nuestra mente y cuáles son sus tendencias: sus gustos, sus condicionamientos, los hábitos que sigue, a dónde le gusta viajar (ya sabemos que nuestra mente es muy viajera). Una parte importante del malestar y del estrés que padecemos procede de estos hábitos de la mente. Unos hábitos que podemos empezar a conocer gracias a la soledad y el silencio. Lógicamente, si aumentamos nuestra autoconciencia y autobservación vamos a comenzar desde una buena base que nos lleve a relacionarnos mejor con nosotros mismos y con nuestro entorno. La mente humana cuenta con dos modos de funcionamiento: modo hacer y modo ser. En el modo hacer la mente está centrada en lo que le falta, en el déficit, en lo que no tiene. Es el funcionamiento mental que categoriza, clasifica, ordena, marca objetivos, planifica, analiza, compara. Se centra, fundamentalmente, en los resultados, siendo estos la parte más productiva. Este modo se mueve en dos puntos de referencia: el pasado y el futuro. Así, el presente carece de sentido, siendo un mero trámite para llegar a un supuesto futuro en el que no faltará nada. Cuando estamos en este modo mental creemos que la felicidad nos espera en ese futuro. Todo lo que ahora nos está perturbando no existirá. Tenemos esa idealización, una ilusión vacía. Y, curiosamente, cada vez que llegamos a ese supuesto futuro lleno de perfección (si es que alguna vez llegamos), automáticamente vuelve a desplegarse otro nuevo futuro que comenzamos a perseguir con ansia. Esta forma de comportarse provoca mucho desgaste de energía. Si nos paramos a pensar en ser siempre productivos, nos daremos cuenta de que en nuestra vida existen muchos momentos donde no hay nada que conseguir, nada que resolver, ningún lugar al que ir. No obstante, el modo hacer es muy útil para algunas situaciones concretas: si tengo que conseguir un proyecto, he de analizar mi avance para sopesar lo que aún queda por lograr. Este modo de hacer nos ayuda a encontrar la mejor alternativa y, una vez descubierta, nos ayuda a ponerla en práctica, en marcha. Me gustaría que nos hiciéramos las siguientes preguntas: ¿Utilizamos este modo en otras situaciones? ¿Lo usamos con las personas que nos rodean, en nuestras relaciones, conmigo misma? ¿Lo hacemos centrándonos en lo que falta, en lo que no tenemos? Lo que normalmente ocurre es que utilizamos el modo hacer en todas las circunstancias y situaciones de nuestra vida, enfocándonos en lo que nos falta para que sea perfecto. Al final, lo que ocurre cuando somos guiados por nuestra mente en el modo hacer es que dejamos de disfrutar, de ser felices con nuestras vidas, a pesar de que tengamos todas las razones objetivas para ser felices ¿Cómo es posible? El motivo es que dejamos de vivir realmente, ya que el modo hacer nos dice que lo que tenemos es incompleto. Si de verdad queremos resolver un problema, tal vez, nuestros pensamientos rumiantes nos alejen de la solución. Tal vez, una buena solución será dejar que la mente se calme, como cuando el agua agitada está turbia, y necesitamos que se calme para ver con claridad. Con la mente ocurre lo mismo, necesitamos que esas aguas se calmen para que, poco a poco, veamos con claridad y tomemos decisiones desde la calma. Así, estaremos más seguros de la decisión tomada y esta será más acorde con nuestra forma de ser. Tenemos otro modo, el modo ser, que potenciamos a través de la soledad y el silencio. El modo ser es el que nos lleva a la aceptación, un lugar donde la mente puede ser capaz de quedarse en calma y considerar la realidad de forma completa. En el modo ser se acepta todo como parte de la vida, no hay excepciones. Nos damos cuenta de que somos seres contingentes, limitados, y que la aceptación es el trampolín para abrazar plenamente la vida. Se procura la experiencia total de la vida. El modo ser está pegado al presente, observa con delicadeza todo lo que le sucede y lo acepta, permitiendo la llegada de cualquier situación vital sin forzarla y, así, podremos caminar como si estuviéramos besando la tierra con los pies. Fuente:https://colegiatansdc.blogspot.com/2023/07/julio-2023.html

La amistad, la gran reina

Hablando de monarquía, me gustaría tratar de la gran reina: la amistad. De las tres relaciones importantes que tiene la vida: familia, pareja y amistad. Ella es la reina de todas. Si tuviera que definir la felicidad diría que es tener amigos, que triste debe ser no tenerlos. La amistad es la única relación importante que no necesita un papel para demostrarla. El día en que usted se casa firma un documento, incluso, en notaría y con testigos, y eso que nos estamos refiriendo al amor. Lo mismo pasa con la familia, se inventaron la partida de bautismo y el registro civil. En el caso de la amistad los burócratas no han podido inventar nada, solo basta con decir: somos amigos, y ya, el mundo cree. ¿No les parece esto muy bello? Que bajen el aviso cuando dos amigos vayan a una notaría a registrar su amistad en un documento con firma y contenido. Su majestad, la amistad, tiene niveles que la enriquecen, uno puede tener amigos para todo: amigos íntimos, para rumbear, para trabajar, amigos para hablar mierda, para filosofar, o amigos que reúnen todo eso, incluso, amigos que uno ni sabe por qué los tiene de amigos. Es que la amistad no requiere exclusividad, y aunque haya celos de amigos, no existen los cachos de amistad, o bueno, tal vez sí. El ser humano es muy versátil para inventarse formas de sufrir. La amistad tiene un amplio espectro, puedo ser amigo de mi mamá, de un tío o de un desconocido que me encontré un día cualquiera que terminó siendo el mejor amigo. Además, no tiene tiempo, se puede pasar años sin ver a un amigo y reencontrarse con la misma alegría de siempre. La amistad es voluntaria. Cuando uno comienza una amistad, no hay que demostrar nada y si las cosas no fluyen, chao, todos felices. En cambio, con el amor y la familia… Bueno, ya sabemos que pasa. Ahora bien, debería existir una ley de días de luto para aquellos que pierden a un amigo. Perder a un amigo, un amigo real, es igual o más doloroso que perder un amor. Es un sentimiento que no se valora en su real dimensión. Casi nadie dice: “¿Supiste lo de Alejandro? Está de luto. Perdió a un amigo”. Cuántas amistades se perdieron sin saber qué pasó, cuántas se fueron por cosas que hoy no valen la pena, cuánta tristeza hay detrás de la frase: “Nosotros éramos muy amigos, pero ya no”. No conozco la palabra que defina el fin de una amistad, habrá que inventarla, los alemanes sí la deben tener. Por eso hay que intentar estar a la altura de la amistad, porque ella es exigente, requiere madurez, paciencia, tolerancia y buenas excusas para cuando un mal amigo nos pida que le sirvamos de fiador. Amigos y amigas, cuidemos a la reina, honremos su reinado, hagámosle la venia a la amistad, a ella que es la mejor excusa para encontrar sin pretensiones el amor entre los desconocidos  Dany Alejandro Hoyos Fuente: https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/la-amistad-la-gran-reina-DN18621442

Vivificar nuestra zarza ardiente interior

En muchas representaciones de Pentecostés se ven dibujadas unas llamas de fuego encima de los cabezas de los discípulos. Parece como si estas llamaradas han caído del cielo, desde fuera… Pero tengo la profunda convicción que estamos habitados por el Espíritu Santo desde el principio de nuestra existencia. Somos Templo del Espíritu Santo: todo ser humano está habitado por Él. Es un don, es algo dado con nuestro ser. No depende de haber recibido el bautismo, o de celebrar una fiesta. El texto de los Hechos de los apóstoles nos dice: se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa (Hch 2,2). En nuestro interior hay una zarza ardiente, un “yo soy”, y cuando sopla el viento, se enciende. Las llamas de Pentecostés vienen de nuestro interior. Etty Hillesum en su diario escribe: «Un pozo muy profundo hay dentro de mí. Y Dios está en ese pozo. A veces me sucede alcanzarle, mas a menudo piedra y arena le cubren: entonces Dios está sepultado. Es necesario que lo vuelva a desenterrar» (Diario, 97). La fiesta de Pentecostés nos invita a desenterrar nuestra zarza ardiente interior, y dejar que el soplo la vivifique. Hemos recibido con nuestro ser todo lo que necesitamos para santificar el mundo, para inundar el mundo con el fuego del amor. La zarza del Horeb no se consumió; nunca se apagará. Por ello siempre hay esperanza que nuestros corazones ardan, y nos impulsen a trabajar para una nueva humanidad. Pauline Lodder

Sanar de las enfermedades del ser

Una tarea importante en la vida es «sanar el ser» de posibles enfermedades. Pero… ¿puede uno estar «enfermo» en el ser? ¿Qué significa eso? Nuestro ser es el modo concreto como cada persona existe en medio del universo. Irrepetible en sus genes, situada en el tiempo y en el espacio en un momento histórico que no eligió, y con su condición humana de la cual no puede escapar: limitada y también llena de potencias. Este modo de existir, que nos ha sido dado, suscita en las personas actitudes variadas. La mayoría de nosotros pasamos por el ser sin darnos cuenta; somos, sin más. Y sólo nos revolvemos cuando algo escapa a nuestros planes y proyectos, cuando se tuerce el camino, cuando sufrimos. Pero no solemos llegar más allá. Esta superficialidad nos pone en una situación de desprotección ante las adversidades de la vida. Muchos otros, ante su propia existencia, se sienten incómodos con alguno de los límites que la constituyen (la posibilidad de equivocarse, de estar en compañía de personas limitadas, el hecho de envejecer, de morir). Y se instalan en la apariencia (vanidad) para poder sobrellevar la vida. Se pierden el cariño auténtico porque no son capaces de asumir con transparencia su propia verdad. Hay quien echa mano del poder para saciar su deseo de absolutez. Y dominan a los demás (orgullo) como medio para sentirse más fuertes. Muestran así, paradójicamente, una debilidad óntica que nadie puede expresarles sin arriesgarse a una cruel venganza. Por eso están profundamente solos. Algunos más se adentran en una carrera infinita para tener cosas o prestigio que llenen su vacío (ambición), y no parecen saciarse nunca. Por ello establecen relaciones humanas de baja calidad con tal de mantener su estatus y posesiones. Estas tres formas de incomodidad con el ser son auténticas enfermedades que roban energía, reducen la capacidad de ser felices y generan fricciones y desazón a su alrededor. La salud del ser consiste en aceptar de manera natural el hecho de ser seres humanos, de ser uno mismo tal cual es, con su origen, su cuerpo, sus coordenadas históricas no elegidas. Se asume lo que es y no se puede cambiar, para en cambio desplegar todas las capacidades que cada uno tiene. Promovamos una sociedad que impulse la salud del ser. Que no nos ponga en una carrera infinita por la juventud a toda costa, que nos ayude a reconciliarnos con el hecho simple de ser, nada más y nada menos, que seres humanos Elena Gimenez Fuente: https://www.revistare.com/2023/04/10055/

¿Querer es poder?

Algunos dichos populares denotan una sabiduría que surge de las experiencias más vitales, y manifiestan aspectos de la realidad con gran clarividencia, otros, en cambio, a pesar de que integran nuestro imaginario colectivo, y que nos configuran, no necesariamente presentan una visión realista de la realidad. La expresión “querer es poder” es para mí un ejemplo claro de este segundo tipo de dichos populares. ¿Por qué? Esta expresión lleva implícita una noción prácticamente absoluta de la capacidad de la voluntad humana, como si la fuerza de voluntad, el empeño, la dedicación y el esfuerzo, la constancia, permitieran al ser humano alcanzar cualquier cosa que se propusiera siempre y cuando pusiese en ello el brío suficiente. Se olvida de esta forma que el ser humano es, ante todo, un ser limitado. Esto no es ni bueno ni malo, es nuestra forma de ser. Con esta reflexión no quiero negar la importancia de la voluntad, todo lo contrario, ésta es importantísima y necesaria para cualquier acción que emprendamos, es una energía que nos pone en movimiento y en muchos casos, nos lleva a metas que nos parecían inalcanzables a nosotros mismos, pero no nos lleva más allá de nuestro propio límite. A veces realmente querer es poder, pero en otros casos no lo es de forma alguna. La imaginación, la creatividad se mueven en esta frontera del límite. Podríamos decir que estiran la realidad lo más posible, hasta tocar la frontera de lo real y posible, pero no la pueden cruzar. La ciencia, y en la actualidad la tecnología, pueden ser un caso paradigmático de esto que estamos diciendo. Los avances, que además, siguen un ritmo vertiginoso, lo cual puede generar una especie de espejismo que lleve al ser humano a convencerse de que siempre querer es poder. Cuando apareció la televisión los más ancianos no llegaban a comprender cómo se habían podido meter aquellas personas allí dentro. Ahora esta perplejidad nos arranca una sonrisa. Pero la perplejidad ante la complejidad no nos puede hacer perder de vista la realidad del ser humano. Hace unos años, el teólogo Martín Gelabert en un artículo titulado “Las religiones, inspiradoras de humanización”, afirmaba que «todas las religiones, si son auténticas, son humanizadoras»; y continuaba manifestando que «Si las religiones son inspiradoras y promotoras de humanización, entonces es claro que lo humano es criterio de la buena religión. En la búsqueda de lo humano es donde las religiones pueden encontrarse entre ellas y donde pueden ofrecer un criterio objetivo de su bondad a las personas no religiosas.» Del artículo del teólogo valenciano quisiera destacar lo humano como criterio de autenticidad (o de buena religión) y como lugar de encuentro, no sólo entre las religiones, sino también, añadiría yo, para el diálogo fe cultura, y en concreto con la ciencia (y la tecnología que se desprende de la misma), puesto que cuando un creyente mira la creación, mira la misma realidad que el científico, aunque sea desde perspectivas diferentes y con aberturas diferentes, puesto que el ser humano religioso no entiende esta realidad presente como definitiva. Sin embargo puede ser más difícil ponernos de acuerdo en lo que significa lo humano, o aquello que promueve la humanización. Intentemos esbozar algunos criterios. El primero ciertamente puede ser el límite. Desde la tradición judeocristiana se entiende el ser humano como creado, y en este sentido la creaturalidad del ser humano nos remite a Dios. El ser humano es creado y sustentado por Dios. Sin embargo, el límite no es una noción que se desprende de la religiosidad, sino que el límite pertenece a la raíz más profunda del ser, del ser humano, puesto que toda persona es, pero podía no haber existido nunca. No es un dato revelado, sino un dato ontológico. El ser humano es un ser radicalmente frágil existencialmente, y social por naturaleza. La ciencia nos aporta por un lado conocimiento, es decir nos ayuda a comprender la realidad, nuestra realidad, esa misma que es tocada por la mirada creyente y por la mirada científica. Pero una realidad que es limitada y que por ello es contemplada por una mirada que a su vez también lo es, por ello hay que asumir y aceptar con alegría que la realidad siempre tendrá para nosotros una dimensión de misterio. Por otro lado, la ciencia nos proporciona mayores cotas de bienestar, por lo tanto, una ciencia que sea una buena ciencia, es decir impulsora y promotora de humanización tiene que proporcionar un bienestar inclusivo y nunca exclusivo, o pero aún, excluyente, pues si lo fuera no sería verdaderamente humanizadora. En la búsqueda de lo humano, partiendo de la aceptación del límite y por lo tanto de la dimensión de misterio que la realidad tiene, y desde una perspectiva inclusiva puede haber un diálogo fructífero entre la fe (las religiones) y la ciencia, para que ambas promuevan una sociedad más humanizadora. Gemma Manau Fuente: Nuestra Señora de la Paz y la Alegría: Pliego nº 129 (pliegotante.blogspot.com)

Ser para los otros corresponsablemente

Recientemente vino a mi memoria una escena de la película El Naufrago. El personaje de Tom Hanks dejaba su huella, de sangre, en un balón de futbol. Lo que me impresionó fue que, en ese balón, empezó a ver a un ser con el cual interactuar y, más tarde, a un amigo por el cual arriesgaría su vida. Me puso a pensar en la capacidad que tenemos los seres humanos de idear formas para no sentirnos solos, para sentirnos acompañados, escuchados, amados, comprendidos y, también, para acompañar, escuchar, etc.  ¡Qué sólo se sentiría! Abandonado a su suerte en aquella isla, sin nadie con quien contar, completamente a la deriva de la vida, de los amigos, de la familia y, quizá, de él mismo. ¡Necesitaba un amigo! Las personas no estamos hechas para la soledad, esa que te margina del mundo, que te vacía de tu propia humanidad y te deja desorientado. Estamos hechos para darnos, para recibir, para amar y dejarnos amar. Estamos hechos para el otro, en las buenas y en las malas. Es bueno, sin embargo, tener momentos para hacer soledad y silencio en donde nos encontramos con nosotros mismos, nos centramos, serenamos para poner aquello que tenemos y somos al servicio del otro. Y así crecemos y amamos más plenamente. Nuestra vida y acciones toman otra dimensión cuando se colocan en relación a los demás. ¿No te pasa que cuando sabes que alguien vendrá a tu casa te esmeras más en arreglar tu espacio? ¿No te pasa que si te vas de vacaciones solo lo primero que quieres hacer es contar cómo te ha ido, incluso llevas recuerdos de ese viaje? ¿No te pasa que tu trabajo adquiere otra perspectiva cuando te das cuenta que afecta positivamente a los demás y añades valor a sus vidas? ¿No te pasa que cuando un amigo sufre, sufres con él?  ¿Por qué? Porque da sentido a nuestras vidas sabernos parte de los demás, y saber a los demás parte de nosotros. Los demás dan sentido a nuestro ser; nos conocemos a través de ellos, y ellos a través de nosotros. Es lo que nos hace humanos, y es lo que valoramos más; es en ese darse que alcanzamos la máxima plenitud como seres humanos. Nuestra esencia no es solitaria sino relacional. Si no me doy, si mi esfuerzo, tiempo, trabajo, atención no se enfocan en quien me rodea, no sirve para nada. Cuánto nos ha costado el confinamiento, esa lejanía física. Y, sin embargo, cuántas bellas iniciativas fraternas han surgido para hacer que el dolor ajeno fuera menor. Fuimos creados para la relación, para la donación, para el amor, que se vuelve plena cuando me ofrezco. Cuando hago de mi vida una obra de arte en la entrega y el servicio. Y ahí, logro conocerme más profundamente para saber también cómo recibir. Somos para los demás; somos expresión que se comparte, vínculo, fuente y recipiente. El Naufrago buscó esa forma de darse, de combatir su soledad, y eso le ayudó a sobrevivir 4 años en una isla desierta. Se podría decir que ese balón le salvó la vida, como nos la salva a nosotros ser para los demás amorosamente, cada día. Claudia Soberón Fuente: Nuestra Señora de la Paz y la Alegría: Pliego nº 145 (pliegotante.blogspot.com)

Queloide

Buscar paz en el diccionario digital de La Real Academia Española da muchos resultados, de ellos me inclino por «Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos». Esta idea de paz es uno de los tantos deseos que vienen a mi mente cuando abordo la relación entre República Dominicana y Haití. Para poder trabajar con herramientas pacificadoras, se hace urgente ir al centro de las problemáticas. En el caso de la relación entre ambos lados de la isla antillana de Quisqueya, debemos observar los constantes discursos de odio orquestados por grupos políticos y familias adineradas. Discursos con un deseo de tirar más hacia una santificación de lo blanco y demonizar todo aquello conectado con lo africano. Esos discursos llevan siglos trabajando el imaginario de los dominicanos hacia los haitianos y levantando un muro de resentimiento por una historia manipulada por los grupos de poder. Una historia que lleva tiempo creando queloides en ambos lados. Eller (2016: 71) expone en su libro que «Un pequeño grupo de escritores suplantó todo con una leyenda obsesionada por el heroísmo de un solo hombre, rubio y de ojos azules, quien apenas había estado en territorio dominicano durante esas décadas: Juan Pablo Duarte». Su libro Soñemos juntos presenta una amplia investigación que entre los muchos datos que da, muestra a la élite dominicana abrazando la supremacía blanca y acusando a Haití de todos sus males desde una visión racista. La exposición Queloide presentada en Tangent Projects (Barcelona, 2022) y curada por Paloma Chavez Muente, finalizó el viernes 27 de mayo y propone desde las artes una reflexión a la memoria histórica que conecta ambos países. Con bordados, fotografías, collage, instalación audiovisual y performance, la exposición teje un imaginario colectivo que nace de la persecución y masacre de la población haitiana y dominicanos negros en la República Dominicana en 1937. Las obras reflexionan sobre las heridas, de las que permanecen bajo la piel y de las heridas que deben salir a la superficie para ser sanadas. La masacre de 1937, también conocida como «el corte», es un momento trágico para la historia de ambas naciones. Es un tema que necesita ser abordado desde la perspectiva de otredad, territorio y debates de política actual. Como artista, me quedo con una pregunta dirigida a la isla desde esa herida de la masacre: ¿Quién puede soñar? Thelma VANAHÍ Fuente: https://www.revistare.com/2022/06/queloide/

Celebremos el feminismo como un soplo de aire fresco

El tema del Día Internacional de la Mujer, » Igualdad de género hoy para un mañana sostenible «, celebrado en marzo de 2022, me recordó a la fallecida Kamla Bhasin , una icónica científica social india y feminista socialista por convicción. Su famosa cita se me quedó grabada para siempre: «¡Los hombres de calidad no le temen a la igualdad!»  Trabajó con las Naciones Unidas durante 27 años en asuntos como igualdad de género y justicia, medios de vida sostenibles, patriarcado, feminismo, políticas de identidad y militarización y, con un programa de propiedad compartida llamado Sangat, una red feminista, para los derechos humanos. Mientras me preparo para las actividades del próximo Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo de 2023, la primera actividad que pensé fue escribirle a Global Sisters Report sobre el tema del feminismo. Kamla Bhasin dijo : «Conozco a suficientes mujeres que son totalmente patriarcales, que están totalmente en contra de las mujeres, que les hacen cosas desagradables a otras mujeres, y he conocido a hombres que han trabajado por los derechos de las mujeres toda su vida. El feminismo no es biológico: el feminismo es una ideología». Creo que para que el Día Internacional de la Mujer sea impactante hay que entender qué es el feminismo. Según el sitio web del Día Internacional de la Mujer, «Gloria Steinem, feminista, periodista y activista de renombre mundial, explicó una vez : ‘La historia de la lucha de las mujeres por la igualdad no pertenece a una sola feminista, ni a ninguna organización, sino a los esfuerzos colectivos de todos los que se preocupan por los derechos humanos.’ « quiero ir más allá; no sólo trabajando colectivamente por los derechos humanos sino por los derechos de todos los seres. El feminismo exige que rompamos los estereotipos y la discriminación entre «nosotros» y «ellos» y abracemos la espiritualidad de «ambos y» donde se valora y celebra la diferencia. Al educar a sus nueve hijas, mi padre adoptó una posición contracultural a favor de la educación femenina; esa fue una opción feminista que iba contra las corrientes de la sociedad patriarcal. Nos hizo valernos por nosotros mismos, al hacer de la educación una alternativa a la dote.  La formación y educación familiar que recibí me hizo tomar conciencia de mi dignidad como persona creada a imagen y semejanza de Dios, y encendió la chispa divina del feminismo. Más tarde, mientras servía a los indígenas desfavorecidos, especialmente a las niñas y mujeres en áreas tribales remotas de Gujarat, Rajasthan, Odisha y Maharashtra; y más tarde, cuando serví como presidente del Consejo de Religiosos de la India en la diócesis de Vasai, me di cuenta profundamente de la desigualdad incrustada en la sociedad india y la actitud discriminatoria hacia las niñas/mujeres. En el camino aprendí que el feminismo no es cambiar las manos que detentan el poder sino cambiar la definición de poder.   Existe un malentendido generalizado de que las feministas son anti-iglesia y anti-masculinas. Que no van regularmente a Misa y reaccionan a los sacerdotes; son personas enojadas, rebeldes que adoptan una postura de confrontación y son demasiado críticas y hacen demasiadas preguntas. Algunos son reacios incluso al uso de la palabra feminismo. Aunque las feministas son en realidad anti-desigualdad y no anti-hombres, ¡para muchos la palabra «feminismo» es una mala palabra!  Veo el feminismo como pro-iglesia, pro-humanidad y pro-ecología, en definitiva pro-todo ser. Si bien algunas feministas en los primeros días adoptaron posturas antipatriarcales extremas, también es bueno tener en cuenta que aquellos que quieren aferrarse al patriarcado tienen un interés personal en etiquetar y difamar a todas las feministas.  El feminismo es una visión del mundo. Al ver la vida desde abajo, critica los sistemas construidos sobre el poder de unos pocos y la impotencia de la mayoría. La cosmovisión feminista promueve el pensamiento y la vida compasivos. Es holístico y fomenta la conexión íntima con la Madre Tierra. Ve la carne como una bendición. El feminismo celebra cualquier movimiento no jerárquico, igualitario en cuanto a la distribución de los recursos, el cuidado del planeta y la dignidad de la vida de todos los seres, y se enfoca en promover la paz cósmica. Una cultura patriarcal entrena a los hombres para ser agresivos y altamente competitivos, por lo que no es de extrañar que tengamos tanta violencia y tantas guerras. Los heridos siguen hiriendo a otros, perpetuando así la cadena de violencia. Todas tienen que pagar un alto precio por ignorar o suprimir la dimensión femenina. Gloria Steinem dijo: «Una feminista es cualquier persona que reconoce la igualdad y la humanidad plena de mujeres y hombres». El feminismo exige un sano equilibrio entre lo racional y lo emocional tanto en mujeres como en hombres. Definir los sexos por rasgos estereotipados y limitarlos por razones físicas a roles separados, debería ser reemplazado por la noción de «ser-idad» cósmica. La diferencia básica entre los sexos es un ejemplo de cómo la naturaleza crea diversidad. Las feministas son hombres y mujeres con diferentes orientaciones, con capacidad intelectual y coraje heroico para desafiar audazmente los poderes religiosos y políticos. En una sociedad de género, las feministas no buscan la igualdad absoluta (que es prácticamente imposible), sino el derecho a ser tratadas en pie de igualdad con los demás seres humanos. El feminismo es una lucha por el reconocimiento del valor de cada ser.  En su libro Heart of Flesh, Joan Chittister explica claramente una cosmovisión alternativa: El feminismo es una nueva cosmovisión… y una espiritualidad, que el mundo y la iglesia ignoran para peligro de todos nosotros y de sí misma también… [no] se trata simplemente de la feminidad. Se trata de otra forma de ver la vida, de otro conjunto de valores diseñados para nutrir un mundo moribundo y rescatar a cualquier persona que haya estado demasiado tiempo bajo sus pies, demasiado ignorada, invisible, invisible. El feminismo se trata de una nueva forma de pensar tanto para las mujeres como para los hombres que están cansados ​​de la carnicería, asqueados por la explotación del mundo, desilusionados por las luchas por el poder y buscando… un corazón de carne en un mundo de piedra. Defender la igualdad y la justicia hará que seamos rechazados, descartados y amenazados por hombres y mujeres con mentalidad patriarcal. Solo los hombres

Nosotros y el Metaverso

Nosotros y el Metaverso Estamos a punto de entrar en una fase nueva de lo que llamamos “sociedad digital”, que inició con la creación de Internet y se popularizó a finales del siglo XX, y que ha avanzado a toda velocidad en el XXI ampliando su alcance y sofisticación. Las redes sociales, los satélites, la geolocalización, las compras digitales… todo ello y mucho más revoluciona la vida de más de medio planeta. Pero dentro de esta sociedad digital existen ámbitos en particular desarrollo, como el de los videojuegos, cada vez más sofisticados y con cientos de millones de usuarios. O las criptomonedas, que generan un creciente movimiento de dinero de manera completamente no-física, sino únicamente digital. O el “internet de las cosas”, un entramado de dispositivos personales que interactúan entre sí, como relojes, zapatillas, camisetas, cámaras ciudadanas, puertas, televisores, frigoríficos, lavadoras, automóviles, etc. Un verdadero tejido digital que configura la vida física de cada uno de nosotros. Más allá de la cuestión sobre los algoritmos y quién gestiona nuestros datos -un tema crucial de nuestro tiempo-, vemos que se está intensificando una línea de gigantescas inversiones sobre lo que empezó como “realidad virtual». Mark Zuckerberg, creador de Facebook, ha cambiado el nombre de su empresa y la ha llamado Meta. De Metaverso. El llamado “metaverso” (de “meta” o “más allá” y “universo”), permitirá a millones de personas sumergirse en realidades paralelas en tres dimensiones e interactivas, creadas digitalmente. Entraremos en entornos imaginarios o reales creados con gran detalle, a través de un sistema informático al que se accede no mirando una pantalla, sino interactuando por medio de unas gafas y otros dispositivos corporales, como guantes, zapatos, cinturones, que incorporan el movimiento de la persona y ésta se “mueve” en ese entorno, a través de un avatar o personaje, viviendo una experiencia totalmente inmersiva y envolvente. Podremos ser otras personas. O ser personajes imaginarios creados por nosotros mismos. Podremos visitar nuestra futura casa que aún no se ha construido, entrar en el sistema digestivo de un paciente, pasear por la antigua Roma y ver a Julio César, o conocer personalmente a Tutankamen, volar por el espacio sideral o ser aplaudidos por miles de personas en un estadio… Cualquier escenario real o ficticio estará al alcance de un clic. Cualquier personalidad y apariencia nos ocultará o expresará. ¿Cómo entender, qué priorizar, cómo educar en este contexto?  Un desarrollo tan veloz como novedoso pone en cuestión todo nuestro modelo educativo, nuestro modo de entender a las personas y sus relaciones. El aprendizaje a través de transmisión oral interminable a personas pasivas queda totalmente desfasado. Y se requerirán en el futuro no sólo conocimientos, sino también y sobre todo habilidades y competencias humanas muy bien cimentadas. Por eso propongo ver todo este entramado con una mirada centrada en la persona, la familia y la comunidad físicas, y por supuesto la espiritualidad, además de la tecnología. A partir de ahí, entendiendo lo más posible al ser humano y sus características más propias, localizar los valores más importantes que debemos cultivar, siendo capaces al mismo tiempo de participar en la sociedad de nuestra época y más aún, darle sentido y crear ámbitos de convivencia. ¿Nos pasará lo mismo con la realidad virtual? Estamos a tiempo, en este naciente mundo llamado Metaverso. Por lo menos sigamos la pista y mantengámonos informados y alertas para entrar en esta nueva fase, para humanizarla y facilitar su mejor expresión educativa, con creatividad y valentía. Leticia SOBERÓN MAINEROFuente: https://www.revistare.com/2022/02/cinco-claves-para-vivir-en-la-era-metaverso/

Educación y transformación social

Uno de los retos que se nos plantean en las sociedades del s. XXI es, sin duda, la convivencia y la paz. Esta es una tarea transversal y transdisciplinar, en la que todos debemos implicarnos. Sin duda, este empeño ha de nacer de la creatividad y la inteligencia colectiva, pues ya no puede sustentarse en ninguna disciplina particular, porque la nueva realidad y los nuevos desafíos obligan a la transdisciplinariedad y a un enfoque holístico de la acción social y educativa. Una de las carencias más graves de la sociedad civil, es que está estancada en una etapa crítica. Nos movilizamos para la denuncia y la crítica, pero no tanto para la propuesta y el cambio social. No quiero decir con esto que no tengamos que ser críticos y denunciar la injusticia; pero muchas veces criticar y decir lo mal que va todo, se convierte en una excusa para no hacer nada. La crítica y la queja, no son un buen motor para la transformación social. Hemos de ser capaces de superar la crítica y transformarla en propuestas constructivas. Pues como nos recordaba Alfons Banda en el I Congreso Edificar la Paz en el s. XXI (Barcelona, 2012), la sociedad civil no estará madura hasta que supere la etapa crítica y pase a una etapa propositiva. Para avanzar hacia esa madurez de la sociedad civil, una sociedad civil capaz de hacer propuestas concretas para mejorar la convivencia y exigir a las instancias gubernamentales que las apliquen. Para que este salto cualitativo sea posible, las estancias educativas debemos incorporar de manera plena lo «común», lo comunitario, en los proyectos educativos desde los primeros ciclos formativos. Nuestros esfuerzos deben centrarse en lograr una ciudadanía más activa y más activada. Que defienda sus derechos y asuma sus responsabilidades, que interiorice lo comunitario como parte esencial de su configuración como sujeto individual. Así, uno de los desafíos más importantes de la educación, será desarrollar las competencias necesarias para vivir y relacionarse dentro de la comunidad social, de tomar parte, de participar en la vida social, económica, cultural y política de su entorno. Y esto pasa por incorporar aspectos como la participación, el empoderamiento y el desarrollo de capacidades y habilidades ciudadanas. Pues si esperamos a la edad adulta para motivar y capacitar en las competencias ciudadanas y de lo comunitario, ya es tarde. Para avanzar hacia el desarrollo de sujetos sociales “plenos”: ciudadanos y ciudadanas capaces de pensar, sentir, decir y hacer por sí mismos, capaces de transformar su realidad personal; pero también, hemos de incorporar a la educación el ámbito de lo común, de lo comunitario. El desafío es motivar y capacitar a las nuevas generaciones para incluirse en el tejido social, de sumar sus fuerzas con otras personas, de asociarse libremente, de incorporarse a las organizaciones sociales y ciudadanas. Para ello, hemos de desarrollar modelos de intervención educativa que -sin olvidar ni desatender el desarrollo de las capacidades personales- refuercen sus capacidades relacionales, organizativas y de acción colectiva sobre el entorno sociocomunitario, para poder reivindicar y poner en pie respuestas propias a sus necesidades. Maria Aguilera Fuente: https://universitasalbertiana.org/2021/12/educacion-y-transformacion-social/

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