Vuelo superado
Cada 28 de diciembre, para mí, es la celebración de un nuevo nacimiento. Han pasado diecisiete años de lo sucedido, pero se mantiene vivo en mi mente por haber sobrevivido a un percance de salud inesperado. Esta situación concreta y otras son sacudidas, que permiten ver la fragilidad del ser humano y darse cuenta que en un instante todo puede cambiar. Por costumbre y buenos hábitos, organizamos, planificamos… y esto es necesario para el buen funcionamiento, pero pueden surgir y surgen imprevistos que deben aceptarse y adaptarse a los cambios. En lenguaje metafórico la vida es como un viaje que no conoces cuándo será el final del recorrido, que para algunos es muy largo y para otros es breve. En mi caso, el relato es a partir de un viaje largo en avión (Barcelona-París-Chile y desierto de Atacama). Antes de aterrizar en Santiago de Chile sentí un dolor profundo en la pierna izquierda cerca del tobillo. Seguí con este dolor hasta que no pude caminar. Estaba en el desierto y después de diversas consultas, realicé un vuelo de regreso a la ciudad de Santiago de Chile para ingresar de urgencias en el hospital. El diagnóstico fue ‘síndrome del viajero’, una trombosis venosa profunda. Pero lo más sorprendente es cuando en el hospital el doctor me dijo: «señora ha vuelto a nacer». ¡Qué regalo! El gran milagro fue que el coágulo quedó retenido y no se desplazó ni al pulmón ni al cerebro. Mi rápida respuesta fue: «doctor yo puedo desplazarme a mi ciudad de Barcelona y allí me visitarán los médicos» y el doctor dijo: «lo más prohibido para usted es volar debido a que la presión atmosférica dificulta la circulación sanguínea». Para mí esta noticia fue como un golpe, donde la primera reacción fue la pregunta: ¿por qué a mí y tan lejos? La intención del viaje era pasar el periodo de vacaciones (Navidad, fin de año y fiesta de Reyes) para compartir con los amigos. Esta situación inesperada me obligó durante los doce días restantes, a seguir un tratamiento médico, hacer reposo absoluto y diariamente comprobar el nivel de coagulación de la sangre. Y durante estos días pude mentalizarme para hacer de nuevo un vuelo largo de regreso (Chile, París y Barcelona). Recibí mucha ayuda durante la preparación de este viaje: tranquilizantes, oraciones, vendar la pierna para facilitar la circulación… Pero lo más difícil fue despedirme de los amigos de Chile y subir de nuevo a un avión y realizar el vuelo sola. Recuerdo que fueron momentos de miedo y de muchas preguntas durante las quince horas de vuelo: ¿Voy a superar este vuelo? ¿Voy a morirme?… Evidentemente recé mucho y la verdad era que volando en el cielo me sentía más cerca de Dios. Como siempre, mi actitud optimista y pragmática me acompañaba: en un papel escribí mi nombre y unos teléfonos de contacto por si sucedía alguna cosa durante el vuelo. Yo misma me obligué a estar despierta y me recomendaron beber mucha agua. Por lo tanto, me levantaba a buscar agua y ‘providencialmente’ la etiqueta de las botellas de plástico llevaba el nombre de Santa Clara. Esto me permitió sentirme acompañada en mis pensamientos y mis dudas. Pasaban las horas muy lentamente, el avión estaba oscuro, los pasajeros durmiendo y yo caminaba, iba al lavabo y siempre con el papel de los datos doblado en mi mano. Y llegué a Barcelona, donde la familia y amigos me esperaban. Yo me sentía muy contenta de haber aterrizado con mi mano cerrada y el papel arrugado. Qué sensación de agradecimiento: ¡estaba viva! No fue mi hora, pero sí que hice un esfuerzo interior de valentía para superar lo vivido: una fuerte soledad por no poder compartir con nadie mi situación. Desde aquel momento mi vida cambió: visitas médicas sucesivas, controles… y en mi caso, un tratamiento para toda la vida. Existir es una aventura. Son muchos los factores que influyen en la vida y en la evolución de cada ser humano con reacciones y respuestas distintas según lo vivido. ¡Gocemos de nuestra única posibilidad de existir! Y agradezco a tantos ‘ángeles’, personas con nombre y apellidos que en aquel momento me acompañaron. Assumpta Sendra MestreFuente: http://pliegotante.blogspot.com/2023/02/pliego-n-169.html
La alegría que nace del silencio
José Moratiel, en su libro «El silencio compañero de camino», habla del silencio como de una fina lluvia que puede ir calando en lo más profundo del ser humano hasta regalarnos el encuentro con uno mismo. Existe el silencio de la humildad, el silencio de la admiración, el silencio del respeto, el silencio de la contemplación, el silencio del beso, el silencio del perdón, el silencio de la entrega, el silencio de la compasión, el silencio de la paciencia… y así un sin fin de silencios, cada uno de los cuales son una oportunidad para que el otro pueda desarrollarse en plenitud. Y si el silencio lo podemos describir, como esa lluvia fina que tiene la capacidad de atenuar voces interiores y exteriores, propias o de quienes amamos, con el fin de ayudarnos vivir con más hondura el día a día; quizá la alegría pueda ser una luz, con tantos matices como rayos de sol alumbran la tierra, que nos da la fortaleza interna para sostenernos a pesar de las inseguridades o debilidades que nuestro ser alberga. «Agua» y «luz» ; «Silencio» y «alegría» dos elementos básicos para la vida del ser humano Claro está que por ahondar un poco más en el significado profundo de la palabra alegría, podríamos preguntarnos también cuáles son las tonalidades de esa alegría que nace del silencio y que se convierte en gozo en la medida en que nos despojamos de nuestro ego. Por dar una primera respuesta me atrevo a definir estas cuatro, y a la vez te invito a que compartas este artículo en las redes añadiendo esa gama de colores que para ti son sustento en la alegría que nace del silencio. Ultimidad Libertad Agradecimiento Esperanza Marta Miquel Grau Fuente: http://pliegotante.blogspot.com/2020/07/pliego-n-138.html
Hacia el ser ecológico
A raíz de la docencia universitaria prolongada y enriquecedora con el documento de la Carta de la Paz (texto corto de sensibilización que pretende favorecer una cultura de paz, equidad y justicia), inicié una profunda reflexión personal y un largo proceso de transformación en algunos aspectos de mi vida. En mí se despertó algo dormido, fui sintiendo la gran necesidad de ‘desaprender y deconstruir’; seguir otros senderos y abrirme, incluso, hacia lo profundo de mí, para conocer lo que soy, aceptándome tal y como soy, con capacidades, límites y circunstancias del entorno. En esta tarea me fui reconociendo como portadora de injusticias, sustentadora de un estilo de vida consumista -devastador para los seres y el planeta-; incoherente ante mis discursos de respeto hacia los otros ‘diferentes y libres’ como yo… Con el paso del tiempo, caí en la cuenta de que me había desconectado de aspectos que, nuevamente, iban tomando relevancia, como por ejemplo: mi cuerpo, sus órganos y funcionamiento; o los elementos de la naturaleza que nos conforman y de los que somos una parte; la unión con el resto de seres vivos o con la fuente energética que nos sostiene. Agradezco estos 15 años. Mientras trataba de enseñar se me abrían horizontes nuevos, otras visiones del mundo, e iba haciendo cambios, recibiendo experiencias y aprendizajes. El punto 5 de la Carta de la Paz que tanto pregonaba en las aulas, había calado en mis adentros. Me hizo darme cuenta, sentir -no tanto pensar- mis raíces primigenias (existo como única posibilidad de ser lo que soy, fruto de lo que me precedió históricamente: acontecimientos, ancestros, átomos, tiempo y espacio). Se juntaron en mí, un yo soy rescatado de la nada, singular único e irrepetible que podía y puede reír y llorar, amar y odiar junto a todo lo que existe. Asimismo, iba creciendo el valor existencial por el otro, aunque esté lejos o no lo conozca -es un tú que existe por gratuidad y carambola cósmica como yo-. Redescubrí el valor de la compleja y rica diversidad cultural que nada tiene que ver con el linaje sanguíneo y sí, con la hermandad, incluso de todo lo existente, que se amplía sin límites hasta fuera de nuestro universo. Lentamente, fue una evolución hacia una mayor consciencia de mí, con la imperiosa necesidad de vivir desde el cuido y la conservación en los indivisibles ámbitos de la vida. Me iba unificando de tal manera que opté por lo ecológico como una alternativa para mí, más austera y sostenible. Empecé a sentir el cántico de san Francisco a las criaturas como una oración de palabras sagradas que me arropaban y se encarnaban. Fruto de este proceso, y tratando de producir el menor impacto funesto en el entorno, decidí apoyar iniciativas de respeto a los seres humanos y al resto de vivientes. Empecé a reciclar, compostar, buscar formas alternativas de menor agresión ambiental; también a colaborar, cuidar y conservar lo que usaba o tenía, fuera una cuchara, un pájaro o una flor. Inicié una dieta vegetariana a favor de la vida y en contra de la industria cárnica que tanto encarecen los alimentos y es la causante de enormes cantidades de gases tóxicos y residuos sólidos. Sí, siento el gozo de reconocerme en lo que soy, una con lo creado -desde sus múltiples formas de vida que apuestan de forma silenciosa y creativa por mejorar el mundo, la subsistencia y la convivencia-. Siento la importancia de continuar por este camino ya que formo parte de ese bello universo donde las personas tenemos la posibilidad de humanizarnos o destruirnos, no solo a nosotros mismos, también a la naturaleza que es nuestra casa común. Los seres humanos sabemos que -por ser imagen y semejanza de Dios-, podemos expresar que somos ‘los preferidos’ (cfr. Gn.1,26), pero también sabemos de nuestra responsabilidad en la evolución planetaria. Formamos parte del universo y el planeta; y en él no somos mucho más que otras especies, podemos llegar a extinguirnos fácilmente por nuestra propia y amenazante inhumanidad con actitudes de preponderancia, poder, vanagloria, injusticia…. ¡Somos responsables de que el Reino de Dios se realice en nosotros y en quienes nos rodean! Todo lo creado es bello, diferente, variado, con diversas funciones, papeles y características dentro del ecosistema universal. Parafraseando a san Pablo podríamos decir, ‘somos un solo cuerpo con muchos miembros…’ (cfr. 1 Corintios, 12). Lo que concierne a la vida, es parte de un sistema conexo que se mueve al unísono y en armonía, si cada uno responde libre y benévolamente desde la paz, la belleza, el bien. Y para eso, tenemos buenos guías: Jesús con sus bienaventuranzas (Mt.5,3-12), San Francisco con su suplica a Dios, ‘hazme un instrumento de tu paz’] y que nos invita ante cualquier ofensa, a ofrecer amor, perdón, unión, fe, verdad, alegría, luz, consuelo, comprensión; a entregarlo todo, sin mirar a quien. Es un gran reto responder a los desafíos actuales y reconstruir, crear, hacer crecer, florecer y cuidar cuanto existe en nuestra casa común. Anna M. Ollé Borque Fuente: https://colegiatansdc.blogspot.com/search?updated-max=2022-07-09T19:12:00-07:00&max-results=7
Mirar con ojos nuevos
Me gusta ir al mar y perderme mirando el horizonte o a la cima de una montaña y observar la ciudad ante mí. En definitiva, me da serenidad la idea de tomar perspectiva. Mirar lo mismo desde otro punto de vista. La imagen de la montaña me la enseñó mi papá cuando era niña. Cuando atravesamos una dificultad nuestra mente intenta encontrar la forma de volverla más llevadera. Una forma es hacer una pausa y tomar perspectiva, mirarla casi como en una pantalla, desde fuera, para llegar a resolver el problema o aceptarlo si no está en nuestras manos su solución. Por eso muchas veces buscamos la soledad y el silencio. Porque en el silencio, podemos escuchar otra voz. Pero ¿qué pasa cuando no existe la posibilidad de ir a una montaña o a la playa o a ningún otro sitio? Cuando nos encontramos en medio de la realidad con la que lidiar. Los seres humanos tenemos la habilidad de generar perspectiva desde donde estemos aprendiendo a preguntarnos de forma constructiva. Ante una situación determinada puedo decir ¿por qué yo? o ¿qué puedo aprender de esto? Según el físico teórico Jyri Kuusela, de la Agencia Espacial Europea (ESA), «el cerebro siempre está trabajando, aunque estés sentado sin hacer nada, y puede ser enseñado para actuar en nuestro beneficio”. El hombre genera alrededor de 60.000 pensamientos al día y la mayoría son negativos, repetitivos y del pasado. Además de los miles de pensamientos que producimos, solemos cuestionarnos o a los demás alrededor de 300 veces al día. Por lo tanto, podemos intuir cuán importante son las preguntas y pensamientos que tenemos, estos generan creencias sobre nosotros mismos y los demás. Ante la vastedad de pensamientos que producimos hemos de elegir pensar y preguntar lo que nos sugiera una salida o una respuesta para el bienestar. Tony Robbins en su libro Despertando al gigante interior (Awaken the Giant Within), describe cómo enfocar los eventos de la vida a través de sanos cuestionamientos, de modo que se vuelvan posibilidad y no obstáculo. Porque de la manera en que te cuestionas, enfrentas la vida y te relacionas. Las preguntas cambian la atención a lo que estoy preguntando y, por ende, cómo me siento; cambian el estado emocional, y cambian las herramientas a disposición, crean perspectiva. Esta pandemia es una buena oportunidad para poner en práctica esta capacidad humana para cambiar no lo sucedido, sino la experiencia que tenemos al respecto. Muchísima gente ha sufrido conjunta e individualmente. Y también mucha de ella ha decidido volver este momento uno de aprendizaje, de superación, de ayuda y solidaridad. Jesús solía cuestionar a sus discípulos constantemente, los animaba a plantearse las cosas siempre desde una perspectiva nueva. “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Mt 16,15), “¿Creéis que puedo hacer esto?” (Mt 9,28), “¿Cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo?” (Jn 3,12). Uno de los estilos pedagógicos de Jesús son las preguntas. Podemos mirar una pérdida, una enfermedad, una separación con ojos que nos dejen anclados en la angustia -(¿por qué yo?, ¿por qué me pasó a mí?)- o que faciliten el crecimiento, el aprendizaje y el amor (¿qué me enseña esto?, ¿qué puedo dar de mí en esta circunstancia?, ¿qué elementos tengo a disposición para salir adelante?)-. La nueva mirada no quitará el dolor, hay que aceptarlo, pero sí cambia mi experiencia del dolor. Las herramientas humanas que hemos recibido son sostenidas por la fe y la esperanza con la que abordamos la vida para generar nuevas creencias vitales. Tenemos la capacidad para producir nuevas vivencias a partir de lo que nos sucede, y para ello es necesario ejercitar nuestra mente a saber contarnos lo mismo de una manera que nos impulse hacia delante, nos enraíce humildemente en nuestro límite y nos haga mirar con ojos nuevos. Claudia Soberón Fuente: Colegiata de Nuestra Señora del Cielo: JULIO 2021 (colegiatansdc.blogspot.com)
Artesana de paz
Gratitud
Por qué necesitamos nuestra intuición
Nuestro conocimiento actual afirma que es posible saber algo sin siquiera «pensar» en ello Todos hemos tenido esa sensación, un instante de saber que algo no está bien. Ya sea en un negocio o cuando un amigo no ha llamado en un tiempo, en algún lugar profundo dentro de nosotros tenemos un conocimiento, y no podemos explicar por qué. Eso es intuición, y ha estado con nosotros, enterrada profundamente en el sistema límbico durante mucho, mucho tiempo. Entonces, ¿qué es la intuición y de dónde viene? La intuición es “una habilidad o poder natural que hace posible conocer algo sin ninguna prueba o evidencia: un sentimiento que guía a una persona a actuar de cierta manera sin comprender completamente por qué”, según el diccionario Britannica. Todos lo hemos experimentado, ese momento de inclinación, cuando algo que no tenemos razón para saber nos parece bastante plausible o incluso seguro. Algunas personas lo han descrito como el resultado de un conocimiento y experiencia previos que culminan en una comprensión instantánea, pero puede haber más que eso. La ciencia de la intuición Los psicólogos a veces dividen nuestro pensamiento en dos categorías. El primero es el pensamiento intuitivo, que algunos científicos creen que está controlado por el lado derecho del cerebro. Este pensamiento es rápido, instintivo y ocurre por debajo del nivel de nuestra conciencia consciente. Proviene de una parte más profunda del cerebro, llamada sistema límbico. Esta parte del cerebro es responsable de cómo respondemos a las amenazas (nuestra respuesta de lucha o huida) y los comportamientos necesarios para la supervivencia, como alimentarnos, reproducirnos y cuidar a la descendencia. El segundo tipo de pensamiento es el razonamiento analítico, que está controlado en gran medida por el lado izquierdo del cerebro. Este pensamiento es lento, deliberado, lógico y consciente. El razonamiento analítico ocurre en la parte externa del cerebro, el neocórtex, que constituye aproximadamente la mitad del volumen total del cerebro. Es responsable de la atención, el pensamiento, la percepción y la memoria episódica (el recuerdo único de una persona de experiencias, eventos y situaciones). Pero hay otro “cerebro” completamente distinto. Los científicos han descubierto que más de cien millones de neuronas —que son las células que se encuentran en el cerebro— existen en el tracto digestivo humano. Los investigadores médicos lo llaman sistema nervioso entérico, o SNE. “El ENS ha sido referido como el ‘segundo cerebro’, basado en su tamaño, complejidad y similitud, en neurotransmisores y moléculas de señalización, con el cerebro”, señala el distinguido profesor de investigación Emeran Mayer, en un artículo en la revista Nature Reviews: Neuroscience. Aún más interesante es que los científicos han descubierto que este “segundo cerebro” en nuestros intestinos puede actuar independientemente del cerebro, lo que significa que puede tomar decisiones sobre nuestros cuerpos sin discutirlas primero con el cerebro. Esto puede explicar por qué la intuición a menudo se conoce como un “sentimiento visceral”, ya que parece que nuestro “intestino” tiene una capacidad de pensamiento/sentimiento propios. Entonces, ¿cómo puede nuestra intuición servirnos de una manera confiable? Parece que alguien puede haber encontrado una respuesta. Intuición en la curación En su libro “Remisión radical: Sobreviviendo al cáncer contra todo pronóstico”, la investigadora y psicoterapeuta Kelly Turner documenta sus hallazgos de más de mil casos de personas que se recuperaron después de un diagnóstico de cáncer grave y, a menudo, terminal. Descubrió nueve factores clave que casi todos sus sujetos de investigación tenían en común: 1.Cambiaron radicalmente su dieta. 2.Tomaron el control de su salud. 3. Siguieron su intuición. 4. Uso de hierbas y suplementos. 5. Liberar emociones reprimidas. 6. Aumentar las emociones positivas. 7. Abrazar el apoyo social. 8. Profundizar la conexión espiritual. 9. Tener razones fuertes para vivir. Un capítulo entero del libro de Turner está dedicado a la intuición y da múltiples ejemplos de ella en acción. Una mujer que, en sus propias palabras, había vivido una vida física saludable, hacía ejercicio regularmente y siempre había comido orgánico fue diagnosticada con cáncer de ovario. Aceptó una histerectomía (el útero y los ovarios fueron extirpados quirúrgicamente), pero su intuición le dijo fuertemente que no hiciera la quimioterapia recomendada. Exploró otras opciones y, en su búsqueda, encontró un libro escrito por un sobreviviente de cáncer. El libro aconsejaba sentarse con su cáncer y preguntarle por qué había llegado. Ella dijo: “La respuesta me gritó: ‘¡No tienes alegría en tu vida!’”. Para esta mujer, la curación no se trataba tanto del cuerpo físico sino de su salud emocional, que había sido muy descuidada. Su recuperación incluyó agregar más alegría a su vida y profundizar su conexión con el espíritu. El libro afirma que seis meses después de su diagnóstico, sus marcadores tumorales volvieron a estar dentro del rango normal y permanece libre de cáncer. Otra mujer, a punto de cumplir 65 años, acababa de recibir los resultados de la biopsia que mostraban que tenía cáncer de mama. Debido a que su tumor era demasiado grande para una tumorectomía (extirpando solo el tumor y no toda la mama), su médico le recomendó una mastectomía completa (extirpación de toda la mama), seguida de radioterapia y la píldora reductora de estrógeno tamoxifeno. Su intuición le dijo que probara primero tratamientos alternativos, por lo que cortésmente rechazó la cirugía y todas las demás terapias convencionales. Cuatro días después de su diagnóstico, tuvo dos sueños, que interpretó como diciéndole que tenía todo lo que necesitaba en su cuerpo para curar su cáncer. Después de seguir un plan de curación que incluía tratamientos nutricionales, herbales, emocionales, espirituales y energéticos, así como ejercicio físico, su médico la declaró libre de cáncer 16 meses después de su diagnóstico. Ella permanece libre de cáncer hasta el día de hoy. En su libro, Turner descubrió que las personas accedían a su intuición de diferentes maneras. Para algunos, su intuición les llegó de una voz interior “de conocimiento profundo”, un sentimiento físico en sus cuerpos, o mensajes o simbolismo en los sueños. Para otros, la intuición viene en meditaciones, diarios o coincidencias fortuitas, como “toparse con un amigo que les dijo exactamente la información que necesitaban escuchar