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La esperanza, semilla del renacer interior

Vivimos tiempos en los que hablar de esperanza puede sonar ingenuo. Sin embargo, cuando las certezas se desmoronan y el futuro parece incierto, es precisamente la esperanza —esa emoción tan silenciosa como poderosa— la que sostiene la posibilidad del cambio. Richard Boyatzis, con su modelo de aprendizaje autodirigido, nos recuerda que todo proceso de transformación personal comienza con un acto profundamente humano: creer que es posible llegar a ser alguien mejor, más pleno, más coherente con los propios valores, desde una base real. El yo ideal: el faro que guía en la niebla En esta primera fase, Boyatzis propone que el cambio parte del yo ideal, esa visión íntima de lo que deseamos ser. No se trata de una meta superficial, sino de una imagen cargada de sentido y emoción. En ella habitan nuestros sueños, nuestras aspiraciones más nobles y, sobre todo, la esperanza. Esa esperanza no es pasiva ni ingenua, sino que moviliza energía y perseverancia. Nos impulsa a actuar en dirección a nuestras metas y nos permite sostener el esfuerzo incluso cuando los resultados tardan en llegar. La esperanza, entendida así, no es un deseo vago, sino un combustible psicológico que fortalece la voluntad consciente. El yo real: el espejo que no siempre queremos mirar El cambio requiere también un encuentro honesto con el yo real. Mirarnos sin máscaras ni defensas puede resultar doloroso, pero solo al reconocer nuestras fortalezas y debilidades podemos trazar un camino auténtico hacia el crecimiento. En este punto, la esperanza vuelve a ser esencial: sin ella, el espejo del yo real solo reflejaría carencias; con ella, se convierte en un mapa de posibilidades. Boyatzis sugiere que el foco no debe ponerse únicamente en corregir errores, sino en fortalecer aquello que ya funciona bien. La esperanza, de nuevo, nos ayuda a mirar con amabilidad lo que somos, sin rendirnos ante lo que aún no hemos logrado. La agenda del cambio: cultivar la esperanza en acción El proceso de transformación personal requiere un plan, una hoja de ruta emocional y práctica. Pero más allá de los objetivos, Boyatzis resalta la necesidad de activar lo que llama el “atractor emocional positivo”: un conjunto de emociones —entre ellas la esperanza, el optimismo y la autoeficacia— que crean un estado fisiológico y mental propicio para el aprendizaje y la renovación. Cuando la esperanza domina sobre el miedo, el cerebro se abre, el cuerpo se calma y la creatividad florece. Es entonces cuando el cambio se vuelve sostenible, no forzado. La esperanza, en este sentido, no solo es una emoción; es una condición biológica para el crecimiento. Practicar, fallar, persistir Nada cambia de un día para otro, por eso en la cuarta fase de este modelo, se indica que la transformación requiere práctica, repetición y paciencia. Aprender nuevas formas de pensar, sentir o actuar es un proceso que se consolida poco a poco. Visualizar el yo ideal —ese futuro posible que deseamos alcanzar— nos ayuda a mantener el rumbo cuando la duda o el cansancio aparecen. Y aquí la esperanza vuelve a desplegar su magia: nos da permiso para fallar sin rendirnos, para empezar de nuevo sin perder la fe. El poder de las relaciones resonantes Nadie cambia solo. Las relaciones significativas, aquellas donde somos vistos y aceptados tal como somos, actúan como espejos y refugios. Nos sostienen cuando flaquea la voluntad y nos recuerdan quiénes queremos ser cuando la confusión nos desorienta. La esperanza también se contagia: crece cuando alguien confía en nosotros, cuando nos miran con esa mezcla de ternura y fe que dice “sé que puedes”. Esperar, pero también actuar La propuesta de Boyatzis no es un canto ingenuo al optimismo. Es un recordatorio profundo de que la esperanza es una fuerza activa, no un refugio pasivo. Es lo que transforma el deseo en compromiso, la visión en acción, la intención en cambio real. En un mundo que premia la inmediatez y el miedo al fracaso, mantener viva la esperanza es casi un acto de rebeldía. Significa elegir creer —una y otra vez— en la posibilidad de ser mejores, de sanar, de reinventarnos. Quizás la esperanza no cambie las circunstancias externas, pero sí transforma el modo en que nos relacionamos con ellas. Es el hilo invisible que une lo que somos con lo que soñamos ser; la emoción que da forma al coraje, la constancia y la fe en el propio camino. Porque al final, todo cambio verdadero comienza con un simple gesto interior: atreverse a esperar. Sara Canca RepisoPsicóloga del Centro Integral de Psicología Psiete Fuente: Hoja Ntra. Sra. de la Claraessperanza No. 227 – https://hoja.claraesperanza.net/2025/11/la-esperanza-el-hilo-invisible-del-cambio-interior/

Lo que la Historia exige del presente

Pedro Pastor canta en Los olvidados a la dignidad de quienes fueron perseguidos durante la dictadura franquista. Un homenaje necesario. Una memoria que interpela. Pero en pleno siglo XXI, esa misma canción me lleva a mirar no solo al pasado, sino al presente sintiéndome responsable de él. Hoy quiero decir con claridad: no olvidaré que la gran mayoría de las personas anhelamos vivir en paz. No solo con paz externa, sino desde la paz interior. Sin embargo, la realidad nos golpea con fuerza. Las fracturas de la paz son visibles en demasiados rincones del mundo. También cerca de nosotros. Sí, es difícil lograr la paz. Y a veces, desmoralizante. Pero no podemos quedarnos paralizados. Cuanto más conozco el pasado, más me siento comprometida con el presente. Con ganas de hacer algo útil; de aportar, aunque sea poco, a un mundo más justo. Sabemos que no es una tarea sencilla. Los obstáculos son muchos: intereses políticos, económicos, ideológicos. A eso se suman heridas históricas que no terminan de cerrar y resentimientos que se heredan, muchas veces sin entender por qué. Por eso propongo detenernos en algunas ideas que podrían ayudar a construir desde otro lugar. Desde el respeto, la justicia, la equidad; y sobre todo, desde la voluntad de avanzar. ¿No olvidar el pasado? Por supuesto que no. Pero que ese recuerdo no sea un lastre o atadura, sino un impulso. Una razón más para construir un presente más justo, más libre y humano.

Libertad, libertad

Imagen de Shimabdinzade en Pixabay

Libertad, libertadte he buscado sin alientoy no encontrándote, lamentola pena de haber vivido siendoveleta sin horizonte, sin cielo. Libertad, libertadbuscándote he perdido el tiempome he desgastado y me he impuestocadenas, grilletes, losas… y todopara acabar más exhausto, más muerto. Libertad, libertaden mi ceguera no he vistoque dentro de mi te hallabaslibre como el viento,tan libre como te soñaba. Déjame pues que te canteque cantándote reflejoel sentimiento que llevo dentroy para los demás expresogratitud sin receloamor,… que sólo amando, libertad, verte puedo. Alfredo RubioBarcelona, 22-XI-84 Visualizalo en https://www.instagram.com/p/DHqa9xtMHOv Voz de Claudia Soberón

Sabré morirme

Sabré Morirme - E. Akyurt, Pixabay

Es una mujer, inquieta, poetiza, actriz, y no deja de sorprendernos. Magdalena S. Blesa, ha publicado varios poemarios, llenos de vida, aprendizajes, inquietudes y reflexiones sobre la vida, la familia, los otros, los que sufren, la resiliencia, la capacidad de lucha, los sueños… Transcribo uno de sus últimos poemas sobre la muerte, mi muerte. Esa muerte que tanto temor nos da, pero es parte de la vida. La muerte que llevo en mí, dentro de mí, va conmigo, me acompaña en la vida desde que empecé a existir. Y sé que un día o una noche, moriré.   El poema, ¿Sabré morirme yo?  lo encuentras declamado por la autora en su facebook ¿Sabré morirme yo?… ¿Sabré morirme yo, Sabré morirme? Sabré dejarme al mundo y a mis hijos, sabré decir adiós a mi família, sabré decir adiós a mis amigos, sabré cerrar los ojos sonriendo, sabré yo agradecer que ya he vivido, sabré yo comprender que ya es mi hora, sabré dejar mi sitio para que alguien lo ocupe cuando nazca, sabré yo descansar de tanto ruido, sabré soñar con un mundo más justo eternamente cuando me haya ido, sabré dejar mis versos en la tierra pidiéndole a los vivos que dejen de pelear y que se quieran, que se haga más ameno este camino ¿Sabré morirme yo, Sabré morirme? Y lo más importante, ¿sabré yo haber vivido?

Carnaval

Por Carnaval nos disfrazamos. En Cuaresma estamos invitados a llevar el vestido de la Transfiguración. Es un vestido diferente de todos los demás, ¡porque no nos cubre! Este traje es tan luminoso que muestra todo el misterio de la persona; nada queda escondido… Los discípulos Pedro, Santiago y Juan han podido ver la divinidad de Jesús. Han entendido mejor quien era Jesús, el Hijo bien amado. Dios nos invita a todos a una transfiguración, en el sentido de mostrarnos tal como somos, dejando fuera las apariencias… Y así, llevando el vestido de la transparencia, de la desnudez, de la autenticidad, del realismo, de la verdad, lo divino – que tiene cada uno de nosotros – se hace visible. Entonces, ¿quién no quisiera como Pedro, plantar una tienda para quedarse en el Tabor? ¡Pero hace falta bajar y estar dispuestos a dar nuestra vida para transfigurar el mundo! Pauline LodderFuente: Luz de clara esperanza, Edimurtra

No hay palabras. Asumir la muerte de un hijo

Reseña del libro de Francesc Torralba. Editorial Now Books, 2024 Vivir en primera persona la muerte de un hijo es, según quienes la han experimentado, un dolor lacerante, inimaginable, que va más allá de cualquier pérdida y resulta difícil de asimilar. Francesc Torralba (Barcelona, 1967), maestro, filósofo y teólogo, nos presenta en su libro No Hay Palabras: Asumir la Muerte de un Hijo una obra profundamente personal, centrada en sus vivencias, percepciones y sentimientos, y en cómo comprende la realidad a partir de la experiencia traumática de perder a su hijo Oriol en plena juventud adulta. Antes de esta dolorosa vivencia, Torralba ya había escrito sobre la muerte; sin embargo, en esta ocasión, lo hace desde una perspectiva vivencial, encarnando su propio duelo por Oriol. Este es un libro sereno y pragmático, escrito desde el corazón. En la primera parte, Francesc Torralba inicia relatando con detalle aquel fatídico 14 de agosto, cuando él y su hijo emprendieron una travesía retadora, motivadora y cuidadosamente planeada por Oriol. Ambos, apasionados por las caminatas y el deporte, solían compartir estas salidas en complicidad amistosa. En la segunda parte de No Hay Palabras: Asumir la Muerte de un Hijo, el autor explora los temas que le han ayudado a aprender y a sanar durante el proceso de duelo tras la trágica muerte de su hijo. En cada capítulo, presenta reflexiones a través de conceptos emparejados y, en algunos casos, contrapuestos. Cito algunos: Experiencia y autoridad; Hechos y acontecimiento; La situación límite; Relatividad y trascendencia; Apego, sufrimiento y dolor; De la ira a la resignación infinita; Proximidad y continuidad; El valor terapéutico del ritual; Afrontamiento y evasión; El duelo, la risa y la culpa; y, finalmente, La experiencia de la gratitud. Como buen maestro y filósofo, Torralba cierra el libro con un capítulo titulado Las Palabras del Filósofo. En este apartado, reflexiona a partir de la obra Junto a una Tumba de Soren Kierkegaard, un filósofo que ha estudiado y releído y a quien considera un compañero de camino. Inspirado por Kierkegaard, el autor encuentra un bálsamo para su alma atormentada. De modo intimista, expresa: “Mi hijo murió demasiado joven, pero dio mucho mientras vivía, y estos dones que nos regaló son evocados y recordados por sus amigos. Permanecerán siempre en sus recuerdos”. Con No Hay Palabras: Asumir la Muerte de un Hijo, Francesc Torralba busca ofrecer un bálsamo a otras personas que, como él, se encuentran atravesando una situación de duelo y pérdida. Termino esta reseña con una hermosa canción dedicada a Oriol Torralba. En referencia a la «felicidad imperfecta» que su padre, F. Torralba, expone en la tercera parte de No Hay Palabras, su hija Anna, tras este trágico suceso, supo expresar en una canción compuesta por ella misma la ‘Felicidad imperfecta’ que compartió con su hermano del alma. Cantar ayuda a asumir la tristeza, el dolor, y a revivir recuerdos y presencias a través de un lenguaje artístico y emotivo.

La vida vale más que una causa

El ataque del 7 de octubre 2023 de Hamás y otros grupos armados contra Israel, agravó de tal manera el conflicto árabe israelí, que un año después, solamente en Gaza, ya hay más de 40.000 muertos y 96.000 heridos. Además, ha desencadenado la violencia en toda la región del Medio Oriente, implicando otros países. También ha polarizado al Occidente: parece que todos tenemos que escoger entre ser pro-Israel o pro-Palestina. Acabo de leer un libro que se llama “Hijo de Hamás” . Se trata de la historia de Mosab Hassan Yousef, hijo mayor de unos de los fundadores de Hamás. Leer el testimonio de una persona directamente implicada en el conflicto nos abre horizontes diferentes a lo que, en general, proponen los medios de comunicación dominantes. El libro nos sumerge en la realidad de un niño palestino que en su infancia tiró piedras a los israelitas; de joven estuvo en prisión. Y viviendo al lado de un gran cementerio vio cada vez más entierros de jóvenes. Poco a poco, Mosab se da cuenta que la violencia no tiene sentido y cuando le ofrecen trabajar como espía para Israel, su objetivo principal es de evitar que haya más muertos a causa de los atentados terroristas. Su visión de la vida cambia definitivamente cuando entra en contacto con cristianos y lee el Nuevo Testamente. Unos de los versículos que más le impresiona es: Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. (Mt 5, 43-45). Mosab desea amar a todas las personas y descubre que los verdaderos “enemigos” a combatir son la codicia, el orgullo y las ideologías que viven en nuestro interior. Me pregunto ¿cómo es posible que en Occidente nos dejemos polarizar, en vez de promover una espiritualidad basada en el amor a todos? ¿Por qué no defendemos que la vida de los presentes en este mundo, -de las israelís, de los palestinos, de los rusos, de los ucranianos, y de cada persona que habita la tierra-, vale más que cualquier causa…? No nos dejemos llevar por la riada de violencia que inunda el mundo actual: ¡Seamos artesanos de paz! Pauline Lodder

Abrazo de cabezas blancas 

Una amistad que data de los años 60, cuando César viajó desde Lima a Santiago de Chile a perfeccionar sus estudios de flauta con los hermanos Alberto y Fernando Harms Saa. En esta imagen los vemos en un escenario en el contexto del 38 Festival Internacional de Flautas de Lima, celebrado recientemente, donde César y Fernando se abrazan de manera emocionada. Un abrazo que además de gratitud y amistad entre ellos, es un aliento para entusiasmar a otros flautistas, especialmente los más jóvenes, a seguir en una profesión que entrega belleza, celebración, agrado y una gran fraternidad.  Pero la profesión musical, es rigor, el músico tiene que aplicar mucha disciplina, varias horas diarias de estudio, aprender y manejar técnicas distintas, perseverancia, dedicación, organización del tiempo y maestros que guíen. El sonido tiene técnicas que comprometen respiración, postura, mucho estudio, puesta en escena, trabajo en equipo. Todo ello implica apertura personal y crecimiento interior. La inversión de un músico apuesta por la belleza, por valores que son imponderables y que de retorno tienen aplausos. El abrazo de estas dos cabezas blancas significa, además de la entrañable imagen de dos seres que son amigos por años, la entrega generosa por un arte sublime, generosidad y esfuerzo.  El Festival Internacional de Flautas de Lima, organizado por César Vivanco Sánchez de manera ininterrumpida desde hace 38 años en el mes de mayo, congrega profesionales de distintas partes del mundo que durante una semana dedican generosamente clases magistrales a estudiantes más jóvenes y comparten experiencias y aprendizajes entre ellos, puro crecimiento y experiencia que se traduce en lazos fraternos también. De esos días en Lima surgen alianzas, fraternidad y compromiso con la música.  Todas las tardes ofrecen un concierto abierto a la comunidad de manera gratuita. Belleza, que a veces parece efímera, pero que nos ayuda a ser mejores personas y que cada uno lleva a sus casas desde lo más profundo de su ser.  Elisabeth Juanola SoriaFuente: Nuestra Sra. de la Paz y la Alegría

Sanar de las enfermedades del ser

Una tarea importante en la vida es «sanar el ser» de posibles enfermedades. Pero… ¿puede uno estar «enfermo» en el ser? ¿Qué significa eso? Nuestro ser es el modo concreto como cada persona existe en medio del universo. Irrepetible en sus genes, situada en el tiempo y en el espacio en un momento histórico que no eligió, y con su condición humana de la cual no puede escapar: limitada y también llena de potencias. Este modo de existir, que nos ha sido dado, suscita en las personas actitudes variadas. La mayoría de nosotros pasamos por el ser sin darnos cuenta; somos, sin más. Y sólo nos revolvemos cuando algo escapa a nuestros planes y proyectos, cuando se tuerce el camino, cuando sufrimos. Pero no solemos llegar más allá. Esta superficialidad nos pone en una situación de desprotección ante las adversidades de la vida. Muchos otros, ante su propia existencia, se sienten incómodos con alguno de los límites que la constituyen (la posibilidad de equivocarse, de estar en compañía de personas limitadas, el hecho de envejecer, de morir). Y se instalan en la apariencia (vanidad) para poder sobrellevar la vida. Se pierden el cariño auténtico porque no son capaces de asumir con transparencia su propia verdad. Hay quien echa mano del poder para saciar su deseo de absolutez. Y dominan a los demás (orgullo) como medio para sentirse más fuertes. Muestran así, paradójicamente, una debilidad óntica que nadie puede expresarles sin arriesgarse a una cruel venganza. Por eso están profundamente solos. Algunos más se adentran en una carrera infinita para tener cosas o prestigio que llenen su vacío (ambición), y no parecen saciarse nunca. Por ello establecen relaciones humanas de baja calidad con tal de mantener su estatus y posesiones. Estas tres formas de incomodidad con el ser son auténticas enfermedades que roban energía, reducen la capacidad de ser felices y generan fricciones y desazón a su alrededor. La salud del ser consiste en aceptar de manera natural el hecho de ser seres humanos, de ser uno mismo tal cual es, con su origen, su cuerpo, sus coordenadas históricas no elegidas. Se asume lo que es y no se puede cambiar, para en cambio desplegar todas las capacidades que cada uno tiene. Promovamos una sociedad que impulse la salud del ser. Que no nos ponga en una carrera infinita por la juventud a toda costa, que nos ayude a reconciliarnos con el hecho simple de ser, nada más y nada menos, que seres humanos Elena Gimenez Fuente: https://www.revistare.com/2023/04/10055/

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