Meditación guiada: Obras de misericordia corporales

En el encuentro de colegiadas en la Murtra Galilea de Cádiz, sobre la ética y la espiritualidad del cuido, se prepararon unos tiempos de meditación, que se introdujeron mediante videos. El tema de esta meditación es las obras de misericordia corporales

Orar

Esta canción de Juan Ignacio Pacheco nos dice con pocas palabras lo esencial sobre el amor, la vida y el servicio.

Queloide

Buscar paz en el diccionario digital de La Real Academia Española da muchos resultados, de ellos me inclino por «Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos». Esta idea de paz es uno de los tantos deseos que vienen a mi mente cuando abordo la relación entre República Dominicana y Haití. Para poder trabajar con herramientas pacificadoras, se hace urgente ir al centro de las problemáticas. En el caso de la relación entre ambos lados de la isla antillana de Quisqueya, debemos observar los constantes discursos de odio orquestados por grupos políticos y familias adineradas. Discursos con un deseo de tirar más hacia una santificación de lo blanco y demonizar todo aquello conectado con lo africano. Esos discursos llevan siglos trabajando el imaginario de los dominicanos hacia los haitianos y levantando un muro de resentimiento por una historia manipulada por los grupos de poder. Una historia que lleva tiempo creando queloides en ambos lados. Eller (2016: 71) expone en su libro que «Un pequeño grupo de escritores suplantó todo con una leyenda obsesionada por el heroísmo de un solo hombre, rubio y de ojos azules, quien apenas había estado en territorio dominicano durante esas décadas: Juan Pablo Duarte». Su libro Soñemos juntos presenta una amplia investigación que entre los muchos datos que da, muestra a la élite dominicana abrazando la supremacía blanca y acusando a Haití de todos sus males desde una visión racista. La exposición Queloide presentada en Tangent Projects (Barcelona, 2022) y curada por Paloma Chavez Muente, finalizó el viernes 27 de mayo y propone desde las artes una reflexión a la memoria histórica que conecta ambos países. Con bordados, fotografías, collage, instalación audiovisual y performance, la exposición teje un imaginario colectivo que nace de la persecución y masacre de la población haitiana y dominicanos negros en la República Dominicana en 1937. Las obras reflexionan sobre las heridas, de las que permanecen bajo la piel y de las heridas que deben salir a la superficie para ser sanadas. La masacre de 1937, también conocida como «el corte», es un momento trágico para la historia de ambas naciones. Es un tema que necesita ser abordado desde la perspectiva de otredad, territorio y debates de política actual. Como artista, me quedo con una pregunta dirigida a la isla desde esa herida de la masacre: ¿Quién puede soñar? Thelma VANAHÍ Fuente: https://www.revistare.com/2022/06/queloide/

El arte de preguntar en los procesos de mediación

La técnica o intervención más usada por los mediadores en los procesos de mediación es la pregunta. Una de las razones fundamentales para su utilización es que genera protagonismo. Los mediadores no podemos dar consejos ni realizar propuestas (como lo hacen los conciliadores), y sólo en casos muy especiales podemos formular alguna sugerencia. Por ello el modo afirmativo es poco utilizado por los buenos mediadores. Nuestra tarea específica consiste en ayudar a los participantes de la mediación a reflexionar, ya sea sobre: el problema, los objetivos futuros que quieren alcanzar, la relación que tienen y la que desean tener con la otra parte, así como sobre los llamados «intereses propios» y los de la otra parte, a efectos que puedan tomar decisiones que les permitan salir de la situación conflictiva. Para poder realizar esta tarea es preciso que previamente «comprendamos» el punto de vista de los participantes. Dado que nuestra función no es juzgar, en la mediación no buscamos la verdad de los hechos o acontecimientos. Por esto la forma de preguntar en mediación es diferente de la que se utiliza en otras profesiones. Los mediadores no indagamos, repito, preguntamos para comprender y generar reflexiones. El arte de preguntar se basa en la posibilidad de escuchar y observar. El mediador debe estar sumamente atento a lo que dicen y cómo lo dicen, es decir a los componentes digitales —las palabras— y los componentes analógicos —comúnmente denominados no verbales— de la comunicación. Además es necesario también tener en cuenta el momento del proceso, ya que la misma pregunta puede resultar muy operativa al comienzo de la mediación y ser contraproducente si se realiza en la etapa final de la misma. Al comienzo de la mediación, los mediadores tenemos la intención de explorar la perspectiva de cada una de las partes. No deseamos producir modificaciones sino solamente comprender. Para ello utilizamos preguntas cerradas (que deben ser contestadas por sí o por no), abiertas (que tienen infinitas respuestas) y aclaratorias. Desde mi perspectiva es sumamente importante que el mediador «comprenda» la narrativa de cada uno de los participantes. Entiendo por comprender, no sólo entender con la razón lo que le están contando, sino también con el corazón. Esto ha dado lugar a las preguntas aclaratorias, que tienen como objetivo no dar por supuesto nada sino incentivar a las personas para que se expliquen con la mayor claridad posible. Para ello es preciso que nos centremos en las «palabras clave»: las negaciones, generalizaciones, ausencia de sujeto de la enunciación, ambigüedades, etcétera, y también en los cambios de la comunicación no verbal y en los dobles mensajes. Las aclaraciones que nos dan los mediados como respuesta a estas preguntas no sólo son válidas para que los comprendamos, sino que además, y quizá esto sea lo más importante, permite que la otra parte logre la comprensión del punto de vista de quien está hablando. Cuando este objetivo ha sido alcanzado, los mediadores realizamos nuevas preguntas pero nuestra intención en este momento es producir transformaciones a partir de las reflexiones que las preguntas generan. Con este objetivo utilizamos preguntas circulares, hipotéticas y reflexivas. Las preguntas circulares, fundamentalmente las llamadas «preguntas circulares de personajes» son sumamente útiles. Si bien ellas provienen del modelo narrativo, han resultado muy operativas también para el modelo tradicional de Harvard, cuando los mediadores que siguen este modelo necesitan que una de las partes reflexione sobre los intereses, opciones, criterios objetivos y M.A.A.N. (Mejor Alternativa al Acuerdo Negociado) de la otra parte. Si bien el formato típico de estas preguntas es «¿Qué piensa Ud., qué piensa él?», pueden realizarse diversas combinaciones no sólo con el «pensar» sino también con el hacer, sentir y decir, por ejemplo «¿Qué cree que haría él si Ud. le dice que no acepta esta propuesta?» La respuesta a esta pregunta lleva a que la parte piense en cuál es el M.A.A.N. del otro, sin necesidad de que conozca qué es lo que conceptualizamos con este concepto. El gran valor de este tipo de preguntas es que a quien se les realizan no puede contestarla en automático desde sí mismo, sino que es preciso que se ponga en los «zapatos del otro», y desde ese lugar las responda. No obstante la gran utilidad de las mismas, también presentan algunas dificultades, no sólo en su construcción, sino fundamentalmente para quien debe responderla, ya que exigen un alto grado de abstracción y un descentramiento de uno mismo para poder contestarla. O sea, las personas con un bajo nivel abstracción y aquéllas muy narcisistas, tienen dificultades a la hora de elaborar la respuesta. Las preguntas hipotéticas se utilizan fundamentalmente en el momento en el cual se están explorando las alternativas y opciones generadas en el proceso. Su utilidad radica en generar escenarios futuros posibles en los cuales el cumplimiento de lo propuesto puede generar dificultades y hacer que el acuerdo no sea sustentable. Son muy utilizadas cuando los mediadores actúan como «abogado del diablo» o «agentes de la realidad». Y por último, las preguntas reflexivas, son aquellas que los mediadores realizamos con el objetivo de producir reflexiones y las partes reflexionan. Esta clasificación es sólo a efectos didácticos ya que, si tenemos en cuenta que la pregunta-respuesta es la unidad comunicacional que he denominado pregunder (preguntar-responder), la pregunta es sólo una parte de esta unidad, la cual únicamente se completa con la respuesta del mediado. Esto lleva a que muchas veces en el hecho viviente de la mediación, uno realiza una pregunta aclaratoria, con el objetivo de explorar, y el participante con su respuesta la convierte en una transformadora, ya que le genera una reflexión sobre algún punto que él no había tenido en cuenta. Hay un principio básico que debemos respetar en nuestra calidad de mediadores: Siempre es necesario esperar la respuesta. Porque solamente a partir de ella podremos formular la siguiente pregunta. De este principio básico se desprende un corolario, también fundamental: sólo debemos realizar una pregunta por vez, pues cuando realizamos dos o tres preguntas seguidas generalmente los participantes responden a la última pregunta y muchas veces los mediadores creemos que nos han contestado las anteriores. Si queremos preguntar como mediadores

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