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Desvelos por la Paz

Escribía el filósofo J. M. Esquirol que, en ocasiones, la solidaridad es una suerte de desvelo, la más saludable de las caras del insomnio, la “de no poder salir de la vigilia, de no poder dormirse, de no poder abandonarse a la inconsciencia”. Este es el desvelo que ha mantenido a muchas mujeres en estado de alerta para incidir en bien de sus sociedades, para trabajar en bien de la paz. Trabajo que ha sido reconocido internacionalmente con galardones de gran prestigio. En estas mujeres convive la formación con la astucia y la creatividad. Toda una tradición de vida al margen de los cauces institucionales ha agudizado, sin duda, la generación de vías alternativas para luchar por las cosas que han considerado necesarias o importantes. Y ello sostenido, fundamentalmente, por una tenacidad a prueba de cualquier intento de desaliento o desacreditación: quien ha crecido fuera de los baremos del reconocimiento, se sostiene sin que la falta de apoyo merme lo más mínimo el empeño decidido por mantenerse en la brega. En el caso del Nobel de la Paz, ha recaído sobre mujeres en varias ocasiones desde que Bertha von Suttner lo recibiera en 1905. Su texto «Abajo las armas» (Die Warfen nieder) se convirtió en un acicate para la sociedad de su tiempo: urgía describir con realismo qué es lo que la guerra genera y cuáles eran los ingredientes sociales que, en su opinión, actuaban como cómplices de esa lógica perversa que llevaba a resolver los conflictos a través de la guerra en lugar de hacerlo con el uso de la palabra. Hace unos años, en 2003, era la jurista Shirim Ebadi quien recibía este prestigioso galardón, convirtiéndose en la primera iraní y la primera musulmana merecedora de él. Cuando Ebadi fue apartada de la judicatura con la llegada del nuevo régimen, se concentró en defender los derechos humanos de la mujer y la infancia, además de representar a disidentes y liberales perseguidos por la justicia. Es decir, su empeño es garantizar en lo posible el derecho a un juicio justo, a una defensa profesional de los ciudadanos perseguidos por su desafección al sistema imperante. Como tantas otras de estas mujeres, solo acepta el protagonismo como una contribución a la difusión del trabajo que se está llevando a cabo a favor de la justicia. El convencimiento de Ebadi es que la transformación ha de producirse desde dentro, por eso hay que vertebrar una sociedad civil que no permita a los gobiernos que lleven a la guerra a sus gentes. Por ello claramente se posiciona en que lo invertido en guerra, se invierta en estimular a los movimientos sociales para que sean ellos los que pasen a deponer pacíficamente a los gobiernos dictatoriales. Y, sin ir más lejos, recordemos que el Nobel de la Paz de 2011 ha sido adjudicado a tres mujeres, de largo recorrido activista en bien de la paz y la reconciliación. Se reconoce su lucha por las mujeres, cierto, pero el beneficio de esa tarea redunda en bien de todos por igual. Son agentes del cambio social y político de sus países. El primer ministro noruego afirmó tras hacerse público el nombre de las tres galardonadas, que se trataba de “un tributo a todas las mujeres del mundo y a su papel en los procesos de paz y de reconciliación.” Procedente del ámbito de la economía, Ellen Johnson-Sirleaf se convirtió, al ganar las elecciones de Liberia en 2005, en la primera mujer africana que accedía a la presidencia de un gobierno estatal por vía democrática. Asumió un país roto y dividido por la guerra civil y prometió ser implacable con la corrupción. Poco antes de que esta mujer llegara al gobierno, había tenido lugar una singular campaña encabezada por la activista Leymah Gbowee, asistente social y miembro de la Red de mujeres por la paz y la seguridad en África. Una huelga de sexo fue secundada por mujeres de distintas etnias y religiones con un solo fin: detener la segunda guerra civil que desangraba a ese país, cosa que lograron en 2003. Esa fue, tal vez, la más pintoresca de las iniciativas, pero no fue menor la decisión de poner barricadas en las puertas donde los hombres estaban a punto de romper las conversaciones que tenían que llevar a un acuerdo de paz: no les dejarían salir de allí sin un acuerdo firme para terminar con la guerra. La tríada reconocida en 2011 se completa con la periodista y política yemení, Tawakkul Kerman, que forma parte de la oposición activa al régimen dictatorial vigente desde hace treinta años en la persona de Saleh. Dada la vinculación de Kerman con el grupo de Mujeres Periodistas sin Cadenas, se considera que con su premio se respalda también a los jóvenes blogueros que han sido partícipes fundamentales de las primaveras árabes de 2011. Ella misma se apresuró a dedicar el Premio a todos los jóvenes y mujeres de las revoluciones pacíficas que han estado teniendo lugar en varios países africanos, considerando que el Nobel es una victoria para su revolución. El derecho de la persona a la vida y con él la posibilidad de consecución de la felicidad es lo que tantas mujeres a lo largo de la historia han defendido y promovido con su trabajo en áreas de la vida personal, familiar, social y política, aun cuando para hacerlo hayan tenido que desmarcarse de los roles adjudicados. Estas mujeres, en uso de su libertad, se han adherido y entregado a lo que, como ya decía von Suttler es la mejor de las causas posibles: la del pacifismo, entendiendo que la paz es condición de posibilidad para el desarrollo de una vida plena. Quizá por esa especial sensibilidad, no sea extraño que, dentro de la amplia minoría que suponen las mujeres premiadas con un Nobel con respecto de los varones (algo así como un 5%), sea en la categoría de la Paz donde mayoritariamente han sido reconocidas. Hay quien apunta que es la natural configuración biológica de la mujer preparada para la gestación y la atención de los recién nacidos, lo que hace que el trabajo por la paz de tantas mujeres

Queloide

Buscar paz en el diccionario digital de La Real Academia Española da muchos resultados, de ellos me inclino por «Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos». Esta idea de paz es uno de los tantos deseos que vienen a mi mente cuando abordo la relación entre República Dominicana y Haití. Para poder trabajar con herramientas pacificadoras, se hace urgente ir al centro de las problemáticas. En el caso de la relación entre ambos lados de la isla antillana de Quisqueya, debemos observar los constantes discursos de odio orquestados por grupos políticos y familias adineradas. Discursos con un deseo de tirar más hacia una santificación de lo blanco y demonizar todo aquello conectado con lo africano. Esos discursos llevan siglos trabajando el imaginario de los dominicanos hacia los haitianos y levantando un muro de resentimiento por una historia manipulada por los grupos de poder. Una historia que lleva tiempo creando queloides en ambos lados. Eller (2016: 71) expone en su libro que «Un pequeño grupo de escritores suplantó todo con una leyenda obsesionada por el heroísmo de un solo hombre, rubio y de ojos azules, quien apenas había estado en territorio dominicano durante esas décadas: Juan Pablo Duarte». Su libro Soñemos juntos presenta una amplia investigación que entre los muchos datos que da, muestra a la élite dominicana abrazando la supremacía blanca y acusando a Haití de todos sus males desde una visión racista. La exposición Queloide presentada en Tangent Projects (Barcelona, 2022) y curada por Paloma Chavez Muente, finalizó el viernes 27 de mayo y propone desde las artes una reflexión a la memoria histórica que conecta ambos países. Con bordados, fotografías, collage, instalación audiovisual y performance, la exposición teje un imaginario colectivo que nace de la persecución y masacre de la población haitiana y dominicanos negros en la República Dominicana en 1937. Las obras reflexionan sobre las heridas, de las que permanecen bajo la piel y de las heridas que deben salir a la superficie para ser sanadas. La masacre de 1937, también conocida como «el corte», es un momento trágico para la historia de ambas naciones. Es un tema que necesita ser abordado desde la perspectiva de otredad, territorio y debates de política actual. Como artista, me quedo con una pregunta dirigida a la isla desde esa herida de la masacre: ¿Quién puede soñar? Thelma VANAHÍ Fuente: https://www.revistare.com/2022/06/queloide/

Celebremos el feminismo como un soplo de aire fresco

El tema del Día Internacional de la Mujer, » Igualdad de género hoy para un mañana sostenible «, celebrado en marzo de 2022, me recordó a la fallecida Kamla Bhasin , una icónica científica social india y feminista socialista por convicción. Su famosa cita se me quedó grabada para siempre: «¡Los hombres de calidad no le temen a la igualdad!»  Trabajó con las Naciones Unidas durante 27 años en asuntos como igualdad de género y justicia, medios de vida sostenibles, patriarcado, feminismo, políticas de identidad y militarización y, con un programa de propiedad compartida llamado Sangat, una red feminista, para los derechos humanos. Mientras me preparo para las actividades del próximo Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo de 2023, la primera actividad que pensé fue escribirle a Global Sisters Report sobre el tema del feminismo. Kamla Bhasin dijo : «Conozco a suficientes mujeres que son totalmente patriarcales, que están totalmente en contra de las mujeres, que les hacen cosas desagradables a otras mujeres, y he conocido a hombres que han trabajado por los derechos de las mujeres toda su vida. El feminismo no es biológico: el feminismo es una ideología». Creo que para que el Día Internacional de la Mujer sea impactante hay que entender qué es el feminismo. Según el sitio web del Día Internacional de la Mujer, «Gloria Steinem, feminista, periodista y activista de renombre mundial, explicó una vez : ‘La historia de la lucha de las mujeres por la igualdad no pertenece a una sola feminista, ni a ninguna organización, sino a los esfuerzos colectivos de todos los que se preocupan por los derechos humanos.’ « quiero ir más allá; no sólo trabajando colectivamente por los derechos humanos sino por los derechos de todos los seres. El feminismo exige que rompamos los estereotipos y la discriminación entre «nosotros» y «ellos» y abracemos la espiritualidad de «ambos y» donde se valora y celebra la diferencia. Al educar a sus nueve hijas, mi padre adoptó una posición contracultural a favor de la educación femenina; esa fue una opción feminista que iba contra las corrientes de la sociedad patriarcal. Nos hizo valernos por nosotros mismos, al hacer de la educación una alternativa a la dote.  La formación y educación familiar que recibí me hizo tomar conciencia de mi dignidad como persona creada a imagen y semejanza de Dios, y encendió la chispa divina del feminismo. Más tarde, mientras servía a los indígenas desfavorecidos, especialmente a las niñas y mujeres en áreas tribales remotas de Gujarat, Rajasthan, Odisha y Maharashtra; y más tarde, cuando serví como presidente del Consejo de Religiosos de la India en la diócesis de Vasai, me di cuenta profundamente de la desigualdad incrustada en la sociedad india y la actitud discriminatoria hacia las niñas/mujeres. En el camino aprendí que el feminismo no es cambiar las manos que detentan el poder sino cambiar la definición de poder.   Existe un malentendido generalizado de que las feministas son anti-iglesia y anti-masculinas. Que no van regularmente a Misa y reaccionan a los sacerdotes; son personas enojadas, rebeldes que adoptan una postura de confrontación y son demasiado críticas y hacen demasiadas preguntas. Algunos son reacios incluso al uso de la palabra feminismo. Aunque las feministas son en realidad anti-desigualdad y no anti-hombres, ¡para muchos la palabra «feminismo» es una mala palabra!  Veo el feminismo como pro-iglesia, pro-humanidad y pro-ecología, en definitiva pro-todo ser. Si bien algunas feministas en los primeros días adoptaron posturas antipatriarcales extremas, también es bueno tener en cuenta que aquellos que quieren aferrarse al patriarcado tienen un interés personal en etiquetar y difamar a todas las feministas.  El feminismo es una visión del mundo. Al ver la vida desde abajo, critica los sistemas construidos sobre el poder de unos pocos y la impotencia de la mayoría. La cosmovisión feminista promueve el pensamiento y la vida compasivos. Es holístico y fomenta la conexión íntima con la Madre Tierra. Ve la carne como una bendición. El feminismo celebra cualquier movimiento no jerárquico, igualitario en cuanto a la distribución de los recursos, el cuidado del planeta y la dignidad de la vida de todos los seres, y se enfoca en promover la paz cósmica. Una cultura patriarcal entrena a los hombres para ser agresivos y altamente competitivos, por lo que no es de extrañar que tengamos tanta violencia y tantas guerras. Los heridos siguen hiriendo a otros, perpetuando así la cadena de violencia. Todas tienen que pagar un alto precio por ignorar o suprimir la dimensión femenina. Gloria Steinem dijo: «Una feminista es cualquier persona que reconoce la igualdad y la humanidad plena de mujeres y hombres». El feminismo exige un sano equilibrio entre lo racional y lo emocional tanto en mujeres como en hombres. Definir los sexos por rasgos estereotipados y limitarlos por razones físicas a roles separados, debería ser reemplazado por la noción de «ser-idad» cósmica. La diferencia básica entre los sexos es un ejemplo de cómo la naturaleza crea diversidad. Las feministas son hombres y mujeres con diferentes orientaciones, con capacidad intelectual y coraje heroico para desafiar audazmente los poderes religiosos y políticos. En una sociedad de género, las feministas no buscan la igualdad absoluta (que es prácticamente imposible), sino el derecho a ser tratadas en pie de igualdad con los demás seres humanos. El feminismo es una lucha por el reconocimiento del valor de cada ser.  En su libro Heart of Flesh, Joan Chittister explica claramente una cosmovisión alternativa: El feminismo es una nueva cosmovisión… y una espiritualidad, que el mundo y la iglesia ignoran para peligro de todos nosotros y de sí misma también… [no] se trata simplemente de la feminidad. Se trata de otra forma de ver la vida, de otro conjunto de valores diseñados para nutrir un mundo moribundo y rescatar a cualquier persona que haya estado demasiado tiempo bajo sus pies, demasiado ignorada, invisible, invisible. El feminismo se trata de una nueva forma de pensar tanto para las mujeres como para los hombres que están cansados ​​de la carnicería, asqueados por la explotación del mundo, desilusionados por las luchas por el poder y buscando… un corazón de carne en un mundo de piedra. Defender la igualdad y la justicia hará que seamos rechazados, descartados y amenazados por hombres y mujeres con mentalidad patriarcal. Solo los hombres

¿Quién?

El cantautor Luis Guitarra con su música pretende llegar al corazón de la gente. Nace en Madrid (1968)  y se inicia en la música desde muy joven. Realiza cursos complementarios de guitarra moderna con Pepe Milán y de canción con Pedro Guerra, en la Escuela de Música Creativa (EMC) al tiempo que realiza la carrera de Periodismo. Humanista comprometido, ha viajado y trabajado en diferentes ONG’s tanto en Latinoamérica como en Africa. Cuenta en su haber más de 120 composiciones, algunas de ellas ganadoras en certámenes de composición e interpretación. Con su guitarra y creatividad, une música, trascendencia y solidaridad dándole a las letras ese toque de compromiso y reivindicación que son reflejo de su vida. En sus canciones nos presenta lugares y personas que ha conocido, también sus convicciones más íntimas de que es posible un mundo mejor en paz y sin violencia. La canción ¿Quién? de Luis Guitarra es un montaje musical en 🎬 VÍDEO SOLIDARIO ¡Ver este vídeo no tiene precio, pero tú puedes darle valor y aportar lo creas que es justo…! El 100% de tu aportación irá destinada a la ong «COMO TÚ, COMO YO» con la que Luis Guitarra colabora desde hace años para mejorar la vida de muchas otras personas en el mundo. ¿Te apuntas a esta cadena de música y solidaridad? 👉 www.comotucomoyo.org/videos Colabora por BIZUM (03562) Info o pedidos de CDs, talleres y conciertos: 🌐 www.luisguitarra.com ➡️ Facebook – @LuisGuitarraOK ➡️ Twitter – @LuisGuitarraOK ➡️ Instagram – @luisguitarraok

Para la guerra nada…

Marta Gomez, cantautora colombiana, compuso más de 180 canciones. Tiene una preocupación especial por las diferentes realidades sociales que se viven en el mundo. La canción Para la guerra nada es un proyecto musical para la cual invitó a artistas de diferentes países a cantarle a la vida y a expresar su rechazo a la guerra. Ella escribe: “¡Cuánta creatividad desperdiciada hay en una guerra! ¡Cuántos cerebros trabajan sin descanso para inventarse un instrumento que sea más veloz, más eficaz, más potente! ¡Cuán distinto sería el mundo si sólo se usara nuestra imaginación para crear cosas que nos hicieran más felices! Hoy he invitado a amigos artistas de todas partes, a cantarle a la vida y a decirle, a gritarle, a cantarle al mundo que no queremos ser parte de esta guerra ni de ninguna otra, nunca más. Empecé con un verso y a ese verso se le fueron sumando otros y luego otros y así, nuestras voces se hacen fuertes y cantan a coro “para la guerra, nada.”

Educación y transformación social

Uno de los retos que se nos plantean en las sociedades del s. XXI es, sin duda, la convivencia y la paz. Esta es una tarea transversal y transdisciplinar, en la que todos debemos implicarnos. Sin duda, este empeño ha de nacer de la creatividad y la inteligencia colectiva, pues ya no puede sustentarse en ninguna disciplina particular, porque la nueva realidad y los nuevos desafíos obligan a la transdisciplinariedad y a un enfoque holístico de la acción social y educativa. Una de las carencias más graves de la sociedad civil, es que está estancada en una etapa crítica. Nos movilizamos para la denuncia y la crítica, pero no tanto para la propuesta y el cambio social. No quiero decir con esto que no tengamos que ser críticos y denunciar la injusticia; pero muchas veces criticar y decir lo mal que va todo, se convierte en una excusa para no hacer nada. La crítica y la queja, no son un buen motor para la transformación social. Hemos de ser capaces de superar la crítica y transformarla en propuestas constructivas. Pues como nos recordaba Alfons Banda en el I Congreso Edificar la Paz en el s. XXI (Barcelona, 2012), la sociedad civil no estará madura hasta que supere la etapa crítica y pase a una etapa propositiva. Para avanzar hacia esa madurez de la sociedad civil, una sociedad civil capaz de hacer propuestas concretas para mejorar la convivencia y exigir a las instancias gubernamentales que las apliquen. Para que este salto cualitativo sea posible, las estancias educativas debemos incorporar de manera plena lo «común», lo comunitario, en los proyectos educativos desde los primeros ciclos formativos. Nuestros esfuerzos deben centrarse en lograr una ciudadanía más activa y más activada. Que defienda sus derechos y asuma sus responsabilidades, que interiorice lo comunitario como parte esencial de su configuración como sujeto individual. Así, uno de los desafíos más importantes de la educación, será desarrollar las competencias necesarias para vivir y relacionarse dentro de la comunidad social, de tomar parte, de participar en la vida social, económica, cultural y política de su entorno. Y esto pasa por incorporar aspectos como la participación, el empoderamiento y el desarrollo de capacidades y habilidades ciudadanas. Pues si esperamos a la edad adulta para motivar y capacitar en las competencias ciudadanas y de lo comunitario, ya es tarde. Para avanzar hacia el desarrollo de sujetos sociales “plenos”: ciudadanos y ciudadanas capaces de pensar, sentir, decir y hacer por sí mismos, capaces de transformar su realidad personal; pero también, hemos de incorporar a la educación el ámbito de lo común, de lo comunitario. El desafío es motivar y capacitar a las nuevas generaciones para incluirse en el tejido social, de sumar sus fuerzas con otras personas, de asociarse libremente, de incorporarse a las organizaciones sociales y ciudadanas. Para ello, hemos de desarrollar modelos de intervención educativa que -sin olvidar ni desatender el desarrollo de las capacidades personales- refuercen sus capacidades relacionales, organizativas y de acción colectiva sobre el entorno sociocomunitario, para poder reivindicar y poner en pie respuestas propias a sus necesidades. Maria Aguilera Fuente: https://universitasalbertiana.org/2021/12/educacion-y-transformacion-social/

Cosas que no se olvidan

Cosas que no se olvidan es el título de una de las películas del director de cine estadounidense Todd Solondz, conocido por sus sátiras oscuras y reflexivas sobre la sociedad. Transcribo una secuencia de la película: La escena muestra una típica familia de clase media americana dispuesta a compartir la cena. Uno de los hijos explica –para romper el ambiente de tensión que reina en la mesa, que en el instituto están estudiando el Holocausto. La madre se interesa por el tema y le pide al hijo que explique cuál es la opinión del profesor sobre el tema. El hijo explica que tienen que hacer una entrevista a algún superviviente de un campo de concentración; y pregunta a su padre si conoce alguno. La madre salta enseguida:–Tu abuelo es un superviviente.–¿Cómo el abuelo? Si él vino a América.–Bueno, vino a América huyendo de Hitler. Se salvó porque huyó. Si no hubiera huido, habría muerto en los campos de concentración, como su hermano y sus hijos. El hijo mayor, que todavía no ha abierto la boca dice:–¿Y él es un superviviente?–Sí, claro… tuvo que huir.–Superviviente habría sido el tío que fue al campo de concentración si hubiera salido con vida.–… Tu abuelo, y nosotros… todos somos supervivientes… Silencio. Ambiente tenso. El hijo mayor dice:–Pero, si Hitler no hubiera perseguido a los judíos, el abuelo no hubiera huido a América, y tú no hubieras conocido a papá…–Si no es por Hitler… ¡yo no nazco! El padre, atónito, lo echa de la mesa:–¡Vete! ¡Vete! ¡¡Fuera de la mesa!! (Tellingstories. Director: Todd Solondz. EEUU, 2001). Lo miremos desde el ángulo que lo miremos, somos históricos: somos seres que, para haber empezado a ser, hemos dependido de la historia. Como apunta Alfredo Rubio, co-autor de la Carta de la Paz dirigida a la ONU, “cualquier cosa distinta de las que incidieron en nuestro origen habría ocasionado que no existiéramos”. Esta evidencia, que se nos muestra tan clara y diáfana, para el padre de este adolescente, le supone un puñetazo de tal calibre que lo único que atina a decir es: “¡Vete! ¡Fuera de la mesa!”. Otra película, la Dama de Oro (Woman in gold. Director: Simon Curtis. UK, 2015), toca el tema de la Historia y la Memoria sobre el Holocausto a partir de los descendientes de supervivientes, aunque desde otro ángulo complementario: en este caso una anciana judía que vive en Los Ángeles reclama al estado austríaco la devolución del retrato de su tía judía Adèle Bloch-Bauer, pintado por Gustav Klimt y robado por el régimen nazi en Viena: en una escena que transcurre también en una mesa, en este caso en una mesa del proceso de mediación entre la anciana sobrina y el representante del estado austríaco, la reclamante le llega a decir al representante estatal que está dispuesta a renunciar a la propiedad del cuadro si el representante estatal reconoce el mal histórico causado a su familia y a los ciudadanos austríacos causado por el régimen nazi y las complicidades del estado austríaco con el nazismo antes y durante la segunda guerra mundial. Ante el intercambio de palabras sobre la historia y la memoria el resultado acaba siendo el mismo: ante la negativa del representante austríaco la anciana se siente expulsada de la mesa y acaba el proceso de mediación. La Carta de la Paz dirigida a la ONU, en su punto IV, señala que «es fructuoso conocer la Historia lo más posible. Pero vemos que no podemos volverla hacia atrás. Vemos, también, que si la Historia hubiera sido distinta -mejor o peor-, el devenir habría sido diferente. Se habrían producido a lo largo de los tiempos otros encuentros, otros enlaces; habrían nacido otras personas, nosotros no. Ninguno de los que hoy tenemos el tesoro de existir, existiríamos». Esto no quiere insinuar en absoluto que los males desencadenados por nuestros antepasados no fueran realmente males. Los censuramos, repudiamos y no hemos de querer repetirlos. La sorpresa de existir facilitará que los presentes nos esforcemos con alegría para arreglar las consecuencias actuales de los males anteriores a nosotros. Si descubrimos la existencia como el mayor bien que poseemos –pues sin ella no puede darse ningún otro bien posible como la vida, el amor, la amistad, la libertad, la paz…–, y aceptamos que somos seres históricos, fruto de esta historia concreta, tal y como pasó y no otra… estaremos inmunizados contra cualquier resentimiento histórico que pudiera colarse al hacer un mal uso o abuso de la memoria [histórica]. Entonces, desearemos que nos muestren y enseñen nuestra historia de la manera más objetiva posible. La historia familiar, grupal, colectiva, nacional… los aciertos, errores, incluso las maldades y las injusticias… todo toma otro cariz cuando uno cae en la cuenta que sólo esta historia –y no otra– posibilitó mi existencia. Y, al mismo tiempo, con la certeza que no podemos cambiar los hechos históricos y centrados en el hoy podemos tomar conciencia de las potencialidades del presente: reconocer el mal causado tanto a nivel individual como del tejido social y explorar vías de reparación moral y material no cambian los hechos históricos pero pueden diluir resentimientos y cambiar creativamente el presente y, sobre todo, transformar a personas y pueblos para una convivencia más fértil y madura. La revalorización y el reconocimiento de las personas y los colectivos aparecen como ejes claves para enfrentar juntos y transformarse juntos en la gestión –en tiempo presente– de los hechos conflictivos, violentos o dañosos del pasado, como destacan reconocidos estudiosos de conflictos y de la mediación transformativa como Bush y Folguer (Barush Bush, R.A. y Folger, J.P. La promesa de mediación: cómo afrontar el conflicto a través del fortalecimiento propio y el reconocimiento de los otros. Editorial Granica, 1993). Hoy en día, ya nadie niega que es bueno y necesario conocer la Historia. Pero no por eso, tenemos que dejar de precavernos sobre los abusos que de ella se puedan hacer. Tzvetan Todorov, dice que estamos en una época en que los occidentales, y más concretamente los europeos, parecemos obsesionados por el culto a la

El arte de preguntar en los procesos de mediación

La técnica o intervención más usada por los mediadores en los procesos de mediación es la pregunta. Una de las razones fundamentales para su utilización es que genera protagonismo. Los mediadores no podemos dar consejos ni realizar propuestas (como lo hacen los conciliadores), y sólo en casos muy especiales podemos formular alguna sugerencia. Por ello el modo afirmativo es poco utilizado por los buenos mediadores. Nuestra tarea específica consiste en ayudar a los participantes de la mediación a reflexionar, ya sea sobre: el problema, los objetivos futuros que quieren alcanzar, la relación que tienen y la que desean tener con la otra parte, así como sobre los llamados «intereses propios» y los de la otra parte, a efectos que puedan tomar decisiones que les permitan salir de la situación conflictiva. Para poder realizar esta tarea es preciso que previamente «comprendamos» el punto de vista de los participantes. Dado que nuestra función no es juzgar, en la mediación no buscamos la verdad de los hechos o acontecimientos. Por esto la forma de preguntar en mediación es diferente de la que se utiliza en otras profesiones. Los mediadores no indagamos, repito, preguntamos para comprender y generar reflexiones. El arte de preguntar se basa en la posibilidad de escuchar y observar. El mediador debe estar sumamente atento a lo que dicen y cómo lo dicen, es decir a los componentes digitales —las palabras— y los componentes analógicos —comúnmente denominados no verbales— de la comunicación. Además es necesario también tener en cuenta el momento del proceso, ya que la misma pregunta puede resultar muy operativa al comienzo de la mediación y ser contraproducente si se realiza en la etapa final de la misma. Al comienzo de la mediación, los mediadores tenemos la intención de explorar la perspectiva de cada una de las partes. No deseamos producir modificaciones sino solamente comprender. Para ello utilizamos preguntas cerradas (que deben ser contestadas por sí o por no), abiertas (que tienen infinitas respuestas) y aclaratorias. Desde mi perspectiva es sumamente importante que el mediador «comprenda» la narrativa de cada uno de los participantes. Entiendo por comprender, no sólo entender con la razón lo que le están contando, sino también con el corazón. Esto ha dado lugar a las preguntas aclaratorias, que tienen como objetivo no dar por supuesto nada sino incentivar a las personas para que se expliquen con la mayor claridad posible. Para ello es preciso que nos centremos en las «palabras clave»: las negaciones, generalizaciones, ausencia de sujeto de la enunciación, ambigüedades, etcétera, y también en los cambios de la comunicación no verbal y en los dobles mensajes. Las aclaraciones que nos dan los mediados como respuesta a estas preguntas no sólo son válidas para que los comprendamos, sino que además, y quizá esto sea lo más importante, permite que la otra parte logre la comprensión del punto de vista de quien está hablando. Cuando este objetivo ha sido alcanzado, los mediadores realizamos nuevas preguntas pero nuestra intención en este momento es producir transformaciones a partir de las reflexiones que las preguntas generan. Con este objetivo utilizamos preguntas circulares, hipotéticas y reflexivas. Las preguntas circulares, fundamentalmente las llamadas «preguntas circulares de personajes» son sumamente útiles. Si bien ellas provienen del modelo narrativo, han resultado muy operativas también para el modelo tradicional de Harvard, cuando los mediadores que siguen este modelo necesitan que una de las partes reflexione sobre los intereses, opciones, criterios objetivos y M.A.A.N. (Mejor Alternativa al Acuerdo Negociado) de la otra parte. Si bien el formato típico de estas preguntas es «¿Qué piensa Ud., qué piensa él?», pueden realizarse diversas combinaciones no sólo con el «pensar» sino también con el hacer, sentir y decir, por ejemplo «¿Qué cree que haría él si Ud. le dice que no acepta esta propuesta?» La respuesta a esta pregunta lleva a que la parte piense en cuál es el M.A.A.N. del otro, sin necesidad de que conozca qué es lo que conceptualizamos con este concepto. El gran valor de este tipo de preguntas es que a quien se les realizan no puede contestarla en automático desde sí mismo, sino que es preciso que se ponga en los «zapatos del otro», y desde ese lugar las responda. No obstante la gran utilidad de las mismas, también presentan algunas dificultades, no sólo en su construcción, sino fundamentalmente para quien debe responderla, ya que exigen un alto grado de abstracción y un descentramiento de uno mismo para poder contestarla. O sea, las personas con un bajo nivel abstracción y aquéllas muy narcisistas, tienen dificultades a la hora de elaborar la respuesta. Las preguntas hipotéticas se utilizan fundamentalmente en el momento en el cual se están explorando las alternativas y opciones generadas en el proceso. Su utilidad radica en generar escenarios futuros posibles en los cuales el cumplimiento de lo propuesto puede generar dificultades y hacer que el acuerdo no sea sustentable. Son muy utilizadas cuando los mediadores actúan como «abogado del diablo» o «agentes de la realidad». Y por último, las preguntas reflexivas, son aquellas que los mediadores realizamos con el objetivo de producir reflexiones y las partes reflexionan. Esta clasificación es sólo a efectos didácticos ya que, si tenemos en cuenta que la pregunta-respuesta es la unidad comunicacional que he denominado pregunder (preguntar-responder), la pregunta es sólo una parte de esta unidad, la cual únicamente se completa con la respuesta del mediado. Esto lleva a que muchas veces en el hecho viviente de la mediación, uno realiza una pregunta aclaratoria, con el objetivo de explorar, y el participante con su respuesta la convierte en una transformadora, ya que le genera una reflexión sobre algún punto que él no había tenido en cuenta. Hay un principio básico que debemos respetar en nuestra calidad de mediadores: Siempre es necesario esperar la respuesta. Porque solamente a partir de ella podremos formular la siguiente pregunta. De este principio básico se desprende un corolario, también fundamental: sólo debemos realizar una pregunta por vez, pues cuando realizamos dos o tres preguntas seguidas generalmente los participantes responden a la última pregunta y muchas veces los mediadores creemos que nos han contestado las anteriores. Si queremos preguntar como mediadores

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