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El jardín de Edén, ¿edad dorada primordial u horizonte de futuro?

Una aproximación a la ecología desde una perspectiva literaria, antropológica y teológica de los textos bíblicos. En esta aproximación partiremos de la contraposición entre la visión de la edad dorada y el horizonte utópico de futuro para después realizar un análisis exegético de los tres primeros capítulos del Génesis desde una perspectiva holística que integra las dimensiones lingüística y filológica, antropológica y teológica en el que situaremos al ser humano como criatura inmersa en la naturaleza, con la que comparte un destino común. En un segundo momento, nos centraremos en los textos evangélicos para analizar qué puede aportar el mensaje de Jesús a una nueva cosmovisión ecologista desde la perspectiva de una ética de actitudes. Inmaculada Calderón Nací en un rincón de luz de la bahía gaditana mecida por el viento de levante en los finales de la primavera. El damero de calles de Puerto Real fue el escenario de mi infancia y Sevilla, ciudad de adopción, confidente de sueños adolescentes e inquietudes, amores y latines, letras griegas y hebreas mezcladas con nocturnos desvaríos y amistades para siempre. Licenciatura en Clásicas por la Universidad Hispalense y licenciatura en Teología por la de Granada. Docencia, viajes, voluntariado social en Cáritas y en prisiones, ebullición de mi sangre peregrina. Tetuán, mi hamama albaida, me dio un compañero de vida y un hijo y una hija «del Estrecho», vástagos entre dos orillas, amores de ida y vuelta. Nómada, teóloga de la arena, esgrimista de la palabra, aprendiz de humanista y aspirante a poeta, vivo entre letras y libros, compongo versos y escribo relatos, edito obras, dirijo antologías y participo en otras, y colaboro en proyectos nacionales e internacionales, doy clases de latín y griego, colaboro con la teología feminista tras conseguir hacer de mi vocación un oficio. Soy noctívaga empedernida, la madre Atenea me ha convertido en lechuza para, con luz selenita, darme cita con las hijas de Mnemosine: Tejedora de anhelos, De amores y sabores, Ronda de la rima rima, La levedad del instante, Sangre de nómada y Perséfone junto con el todavía inacabado El balcón de la quimera son los frutos de tan deseados encuentros, de los que solo alguno de mis gatos es testigo.

Entrevista con Javier Melloni

Javier Melloni (Barcelona, 1962) es jesuita y escritor, antropólogo, teólogo y fenomenólogo de la religión. Ha vivido temporadas en la India.  Investiga sobre las tradiciones espirituales y de la mística en las diversas religiones. Tiene un conocimiento transversal de la experiencia religiosa de la humanidad. Preguntas: En tu libro El Cristo interior escribes: “El Cristo naciente está albergado en cada interior humano. Hay semillas de divinidad por doquier”. ¿Nos puedes hablar de tu visión de lo divino, de Dios, de lo trascendente…? Tú tienes la convicción que las religiones están llamadas a avanzar juntas, por la vía del silencio y del diálogo, hacia una nueva espiritualidad más allá de los límites de cada confesión. ¿Cuáles serían las características de esta nueva espiritualidad? ¿Cómo “encajaría” con la vida y las enseñanzas de Jesús de Nazaret? ¿Qué cambios necesitamos en la cosmovisión dominante del mundo postmoderno para que los seres humanos acepten que hay misterio en la realidad y vivan relaciones más armoniosas con todo lo que existe?

El silencio de la Vida

Hablamos “del arte”, pero no hay un solo arte, más bien personas que sienten arte y viven artísticamente. Y, quien vive así, extrae de la realidad, de la vida, de la Creación, la materia prima para transformarla en una expresión personal de su sentir. Esa vivencia artística es transformadora, tanto para quien la produce, como para quien la contempla. Dicha transformación puede ser creadora o destructora. De ahí que el arte pueda ser susceptible de ser instrumentalizado. El arte nos puede llevar al Cielo, entendido este como un estado de comunión con la Creación, donde lo temporal y lo sempiterno cohabitan porosamente. Pero también una instrumentalización del arte nos puede encerrar en nosotros mismos, aislándonos de la comunión con lo creado, produciendo sentimientos de temor y terror que devienen destructores. Una manera de conectar con la realidad y percibirla de manera artística es el silencio, muchas veces acompañado de soledad. La perspectiva que ofrecen estas coordenadas vitales (la de la soledad y el silencio), nos ayuda a descalzarnos de falsas percepciones de la realidad y sentir nuestra filiación con la vida, descubriéndonos seres felizmente vulnerables. El hábitat humano, las casas, los pueblos, las ciudades son una respuesta de la vulnerabilidad de nuestra especie. Construimos una casa para guarecernos del frío, del calor, para crear intimidad, para sentirnos seguros ante otros seres de nuestra especie y de otras especies. Estos hábitats, de los cuales se desprenden relaciones interpersonales que pueden desembocar en distanciamiento de la naturaleza, relaciones de poder y desigualdad, necesitan ser ajardinados, es decir, repoblados de naturaleza para impedir que la vulnerabilidad natural se convierta en una vulnerabilidad instrumentalizada. En este sentido, ajardinar la sociedad tiene que ver con propiciar condiciones de reconocimiento a la diversidad como un valor que aporta sinergia y nutrientes al crecimiento colectivo. Para llegar a la consciencia de unicidad propia y diversidad necesaria y reconocer que nacemos en la vulnerabilidad, el silencio es un medio propicio. Silencio no como mutismo o inactividad, sino como apertura y escucha desde todo el ser. Silencio como actitud de permeabilidad con la realidad de la cual formo parte. Silencio que habla de Vida. Javier Bustamante EnriquezNació en la Ciudad de México en 1973 y llegó a vivir a Catalunya en 1996. Hizo estudios de Psicología Social en la Universidad Autónoma de Querétaro. Ha trabajado en la creación de textos literarios, poéticos y publicitarios, colaborando como articulista en medios digitales e impresos. Durante 26 años vivió en el antiguo monasterio Sant Jeroni de la Murtra, Badalona, colaborando en la gestión cultural y promoción de la soledad y el silencio. Actualmente colabora en un proyecto para personas sin techo en la ciudad de Badalona. También se forma continuamente en diversas disciplinas artísticas como la danza contemporánea, la encuadernación artesanal y más recientemente la cerámica. Ha publicado diversos poemarios y todo su trabajo literario lo recoge en la web: www.javierbustamante.info

Ruah

La letra de esta canción del grupo Ain Karem nos habla del Espíritu que habita en lo hondo de cada ser, y recuerda como esta fuerza de vida, aliento de Dios, ha ido actuando en la historia del pueblo de Dios.

Aproximación antropológica teológica de la ética del cuidado

Encuentro de la Colegiata Cielo en la Tierra 2023, Murtra Galilea, CÁDIZ Inmaculada Calderón empieza su conferencia indicando faltas y excesos de cuidado en el mundo actual. Expone como el cuido se ha convertido en un negocio. Sigue una explicación sobre el significado de la palabra CUIDAR. Desde su convicción, que no se puede separar la antropología de la teología, nos introduce paulatinamente en la visión de la antropología semítica, tan diferente a la visión dualista que ha marcado nuestras creencias occidentales. Al final hace un aporte sobre la ética del cuidado, citando a la filósofa Carol Gilligan

Modo hacer y modo ser

Cuando practicamos la soledad y el silencio descubrimos cómo funciona nuestra mente y cuáles son sus tendencias: sus gustos, sus condicionamientos, los hábitos que sigue, a dónde le gusta viajar (ya sabemos que nuestra mente es muy viajera). Una parte importante del malestar y del estrés que padecemos procede de estos hábitos de la mente. Unos hábitos que podemos empezar a conocer gracias a la soledad y el silencio. Lógicamente, si aumentamos nuestra autoconciencia y autobservación vamos a comenzar desde una buena base que nos lleve a relacionarnos mejor con nosotros mismos y con nuestro entorno. La mente humana cuenta con dos modos de funcionamiento: modo hacer y modo ser. En el modo hacer la mente está centrada en lo que le falta, en el déficit, en lo que no tiene. Es el funcionamiento mental que categoriza, clasifica, ordena, marca objetivos, planifica, analiza, compara. Se centra, fundamentalmente, en los resultados, siendo estos la parte más productiva. Este modo se mueve en dos puntos de referencia: el pasado y el futuro. Así, el presente carece de sentido, siendo un mero trámite para llegar a un supuesto futuro en el que no faltará nada. Cuando estamos en este modo mental creemos que la felicidad nos espera en ese futuro. Todo lo que ahora nos está perturbando no existirá. Tenemos esa idealización, una ilusión vacía. Y, curiosamente, cada vez que llegamos a ese supuesto futuro lleno de perfección (si es que alguna vez llegamos), automáticamente vuelve a desplegarse otro nuevo futuro que comenzamos a perseguir con ansia. Esta forma de comportarse provoca mucho desgaste de energía. Si nos paramos a pensar en ser siempre productivos, nos daremos cuenta de que en nuestra vida existen muchos momentos donde no hay nada que conseguir, nada que resolver, ningún lugar al que ir. No obstante, el modo hacer es muy útil para algunas situaciones concretas: si tengo que conseguir un proyecto, he de analizar mi avance para sopesar lo que aún queda por lograr. Este modo de hacer nos ayuda a encontrar la mejor alternativa y, una vez descubierta, nos ayuda a ponerla en práctica, en marcha. Me gustaría que nos hiciéramos las siguientes preguntas: ¿Utilizamos este modo en otras situaciones? ¿Lo usamos con las personas que nos rodean, en nuestras relaciones, conmigo misma? ¿Lo hacemos centrándonos en lo que falta, en lo que no tenemos? Lo que normalmente ocurre es que utilizamos el modo hacer en todas las circunstancias y situaciones de nuestra vida, enfocándonos en lo que nos falta para que sea perfecto. Al final, lo que ocurre cuando somos guiados por nuestra mente en el modo hacer es que dejamos de disfrutar, de ser felices con nuestras vidas, a pesar de que tengamos todas las razones objetivas para ser felices ¿Cómo es posible? El motivo es que dejamos de vivir realmente, ya que el modo hacer nos dice que lo que tenemos es incompleto. Si de verdad queremos resolver un problema, tal vez, nuestros pensamientos rumiantes nos alejen de la solución. Tal vez, una buena solución será dejar que la mente se calme, como cuando el agua agitada está turbia, y necesitamos que se calme para ver con claridad. Con la mente ocurre lo mismo, necesitamos que esas aguas se calmen para que, poco a poco, veamos con claridad y tomemos decisiones desde la calma. Así, estaremos más seguros de la decisión tomada y esta será más acorde con nuestra forma de ser. Tenemos otro modo, el modo ser, que potenciamos a través de la soledad y el silencio. El modo ser es el que nos lleva a la aceptación, un lugar donde la mente puede ser capaz de quedarse en calma y considerar la realidad de forma completa. En el modo ser se acepta todo como parte de la vida, no hay excepciones. Nos damos cuenta de que somos seres contingentes, limitados, y que la aceptación es el trampolín para abrazar plenamente la vida. Se procura la experiencia total de la vida. El modo ser está pegado al presente, observa con delicadeza todo lo que le sucede y lo acepta, permitiendo la llegada de cualquier situación vital sin forzarla y, así, podremos caminar como si estuviéramos besando la tierra con los pies. Fuente:https://colegiatansdc.blogspot.com/2023/07/julio-2023.html

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