Aprender de los árboles

Cuando llega el invierno, los árboles comienzan a desnudarse en silencio. Sus hojas caen poco a poco, siguiendo el ritmo sereno de la naturaleza. Resulta interesante comprender las causas de este fenómeno. En otoño y en invierno hay menos horas de luz y, cuando las hojas ya no pueden realizar suficiente fotosíntesis, el árbol deja de sostenerlas. Entonces se desprende de ellas formando una capa especial en la base de la hoja, llamada zona de abscisión, que interrumpe el paso de nutrientes y permite que la hoja se seque y caiga. De este modo, el árbol se aligera. Ahorra energía, se resguarda del frío y evita que el peso de la nieve quiebre sus ramas. La caída de las hojas no es una pérdida, sino un acto de cuidado: una manera de protegerse, de resistir y de atravesar lo difícil para volver a florecer. Es, en esencia, un mecanismo de defensa y sabiduría natural. Al observarlos, no puedo evitar preguntarme: ¿qué hacemos los seres humanos cuando llega nuestro propio invierno? Tal vez también nosotros necesitamos soltar. Desprendernos de lo que pesa, de lo que ya no nos nutre, y reunir nuestra energía en lo verdaderamente esencial…Y así estar preparado para acoger la primavera que llegará… Pauline Lodder

VIVIR EL PRESENTE EN LO COTIDIANO

Amanece y los primeros rayos de sol se asoman por la Cordillera de los Andes en el altiplano chileno. Es el naciente, denominación que se da en estas latitudes cuando el sol aparece por el Este. Para los antiguos atacameños “mirar el sol” era calcular el tiempo durante el día. En estas primeras horas de la mañana, el termómetro marca varios grados bajo cero. Es lo habitual en este desierto de altura, como es el Desierto de Atacama, donde la oscilación térmica entre el día y la noche es considerable. Sin embargo, a medida que el astro rey asciende, el ambiente se va entibiando. Salgo a caminar por los senderos que surcan este árido paisaje. El aire es fresco pero no helado. Se agradece su caricia mientras contemplo los volcanes que, majestuosos, se alzan en el horizonte. Son los “mallku” o “apus”,  cerros tutelares que cuidan y protegen a los habitantes de los valles regados por las aguas que provienen de sus nevadas cumbres. Procuro no pensar. Solo contemplar. Pero inevitablemente, mil pensamientos bombardean mi mente. Los dejo estar y vuelvo a la percepción. Sentir la caricia del sol, oír el silbido del viento, mirar y contemplar la cordillera y este cielo de azul intenso, escuchar mis pasos… A medida que me acerco a los campos de cultivo del  pequeño oasis, huelo la tierra recién abonada y regada. De vez en cuando, respiro hondo.  De nuevo, pensamientos vienen y van, van y vienen…   Después de un buen trecho de solitaria caminata, me encuentro con Irene. Está pastoreando sus ovejas. Es boliviana. Habla quechua. Mientras pastorea y camina, hila con la puchka (huso, en lengua quechua). Ella misma esquila la lana de sus ovejas, la escarmena, la hila, la lava y con ella teje hermosos chales y otras prendas de abrigo. No ha tenido una vida fácil. Sin embargo, dice, es feliz. Vive con su esposo, cuatro hijos y dos nietas. Siendo niña tuvo que empezar a pastorear las llamas de sus padres. Largas jornadas de soledad en la inmensidad de la puna altiplánica boliviana. Fue poco a la escuela, pero tiene esa sabiduría que da la vida a quienes saben extraer lecciones de ella. Afirma que con lo que tienen pueden vivir tranquilos y no necesitan más. Sigo mi camino. Me viene a la mente esa concepción cíclica del tiempo que tienen algunos de los pueblos originarios chilenos: aymaras, lickan-antai (atacameños), mapuches. Representan simbólicamente el tiempo como un círculo o rueda que gira en movimiento continuo en dirección contraria a las manecillas del reloj, siguiendo los movimientos del sol y otros astros. Sorprende, por ejemplo, que para los aymaras, el pasado está adelante y el futuro atrás. Una cosmovisión totalmente distinta a la occidental que concibe el tiempo como una flecha disparada hacia delante. Me hace pensar en algo ya dicho por el Dr. Alfredo Rubio acerca de que estamos demasiado influenciados por una filosofía griega, clásica, escolástica en que todo es orden, lógica, claridad. Cuando de hecho, la realidad es compleja, difusa, misteriosa, muchas veces, inabarcable.  Respecto al pasado, presente y futuro, Rubio señalaba: “Otra cosa fruto de nuestra mentalidad (pasado-presente-futuro) es que creemos que el pasado ya está definitivamente hecho. Y no. El pasado está aún haciéndose. Pues depende del presente, y aún del futuro, que el pasado sea de una manera o de otra… O sea que el pasado vive presente y en el presente. En cierto modo, como ya simultaneidad. Es artificial desglosarnos en pasado, presente y futuro, como desglosar en haces de colores la luz blanca con un prisma.”  Similar a la concepción del tiempo  que tiene el mundo andino donde no hay una distinción tajante entre pasado y futuro porque el “presente” los contiene a ambos. Vivir con profundidad y sentido el tiempo que tenemos es un aprendizaje. “No es fácil vivir con hondura lo cotidiano. Es un arte que se ha de aprender”, afirma Pagola. Vivir el día a día con paz y sosiego, sin dejarse arrastrar por el activismo, no necesariamente depende del lugar donde transcurre la cotidianidad. La actitud, el posicionamiento, los valores,  las prioridades que cada uno va tomando ante la realidad es lo que marca la diferencia. Habitar en una gran metrópoli no significa que no se pueda encontrar tiempo para cultivar la vida interior. Del mismo modo, que vivir en un medio rural o desértico no asegura que la persona logre ese saber habitar con uno mismo. El sol, aunque es invierno, ya calienta. Voy llegando a casa. Entro en mi habitación. Cierro la puerta. En la soledad y el silencio me aquieto. Saboreo unos instantes de eternidad. Lourdes Flavià Forcada, Chile

Mirar el mundo por más de una ventana

Con este fragmento, recordamos la sabiduría de Jane Goodall recogida en su obra autobiográfica Gracias a la vida (Mondadori, 2002). Mirar el mundo por más de una ventana “Me preguntan a qué se debe esta apariencia sosegada, esta serenidad. Quieren saber si medito. No de una manera formal, les digo, pero sí que intento mantenerme conectada por un hilo de poder espiritual. […] Son mis largos días, meses y años en los bosques tropicales de Gombe los que me ayudan a mantener la serenidad en medio del caos, porque la paz la llevo en mi interior.” “La existencia en la selva me absorbió por completo. Fue un periodo muy especial, en el que estar sola se convirtió en una forma de vida, en una oportunidad perfecta para meditar sobre el significado de la existencia y de mi lugar en ella. Pero estaba demasiado ocupada aprendiendo cosas sobre la vida de los chimpancés como para preocuparme por el sentido de la mía. Había ido a Gombe a desarrollar una tarea concreta y no a alimentar mi interés por la filosofía y la religión; no obstante, es cierto que aquellos meses en Gombe contribuyeron a modelar la persona que soy hoy. Y habría demostrado muy poca sensibilidad si el milagro y la infinita fascinación de aquel nuevo mundo no hubieran ejercido una profunda influencia en mi manera de pensar. Cada día me acercaba un poco más a los animales y a la naturaleza y, por lo tanto, también a mí misma, y me sentía más en armonía con el poder espiritual que respiraba a mi alrededor. Quien ha experimentado el placer de estar a solas con la naturaleza no necesita más explicaciones, y a quien no lo haya experimentado nunca solo puedo decirle que no hay palabra capaz de describir el maravilloso contacto con la belleza y la eternidad que nos embarga de forma repentina y totalmente inesperada. La belleza siempre está ahí, presente, pero los momentos de auténtica conciencia de ella eran infrecuentes. Llegaban sin avisar, quizás mientras contemplaba los primeros relámpagos que preceden al alba, o cuando miraba a través de las hojas de un árbol gigante, hacia los verdes y los castaños, las sombras negras, y el punto de cielo azul infinitamente seductor y brillante; o cuando al anochecer apoyaba la mano sobre el tronco todavía caliente de un árbol y contemplaba el reflejo de la luna nueva sobre las aguas siempre inquietas y susurrantes del lago Tanganica. Cuanto más tiempo pasaba a solas, más me confundía con el mundo mágico y frondoso que ahora era mi hogar. Los objetos inanimados llegaron a tener su propia identidad y, como Francisco de Asís, mi santo predilecto, les ponía nombres y les saludaba como si fueran buenos amigos. “Buenos días, Cima”, le decía cada mañana cuando llegaba allá arriba; “Hola, Riachuelo” le decía cuando iba a buscar agua; “Oh, Viento, por Dios cálmate”, cuando aullaba en aquellas alturas, frustrando mis posibilidades de localizar a los chimpancés. Y desarrollé en particular una profunda conciencia del existir de los árboles. Palpar la corteza áspera y todavía caliente de uno de aquellos viejos gigantes, o la piel fresca y suave de un árbol joven y orgulloso, hacía que, de una manera intuitiva y extraña, sintiera circular la savia desde las invisibles raíces hasta las últimas ramas, allá en la copa. […] Y cada día aprendía más cosas sobre los chimpancés […] Las horas que pasaba en la selva siguiendo, observando o simplemente estando con los chimpancés no solo me proporcionaban datos científicos, sino que me llenaban de una profunda paz. Los árboles inmensos, retorcidos y viejos, los pequeños arroyos abriéndose paso a través de las rocas para llegar al lago, los insectos, los pájaros, los propios chimpancés. De aquellos días recuerdo uno en particular, y lo hago con un sentimiento casi reverencial. Estaba tumbada boca arriba, entre las hojas y ramas del suelo tropical. Notaba las piedras incrustadas contra mi cuerpo y me moví unos milímetros hasta quedar cómodamente encajada entre ellas. Allá arriba, a cierta altura, estaba David Barbagrís comiendo higos. De vez en cuando veía un brazo negro que se estiraba para arrancar un fruto, un pie que se balanceaba, una oscura sombra que se desplazaba ágilmente entre las ramas. Recuerdo la extraña sensación de armonía de colores en el bosque, entre las tonalidades amarillas y verdes que se oscurecían hasta convertirse en marrón y púrpura, las lianas enroscadas en los árboles y adheridas a las ramas, fundiéndose unas con otras. Al mediodía, el aire tropical se llenó de la música estridente de las cigarras, de sus ondas intermitentes de canto y silencio, como miembros vocingleros de un coro entonando una ronda infinita de canciones sin palabras. […] Aquel día sentí que el antiguo misterio me volvía a cautivar, que volvía aquel silencio interior. Estaba allí tumbada, como un fragmento más de la naturaleza experimentando de nuevo aquella mágica intensificación del sonido, aquella riqueza de percepción aumentada. Tenía clara conciencia de movimientos secretos en los árboles. Una pequeña ardilla, con el pelaje a rayas, subía por un tronco haciendo sus típicas espirales, metiendo la nariz en los agujeros de la corteza, con ojos brillantes y orejas redondas, alerta. […] Es casi imposible describir la renovada conciencia que se tiene cuando se abandonan las palabras. Las palabras pueden intensificar la experiencia, pero también pueden empobrecerla. Contemplamos un insecto y ya estamos abstrayendo determinadas características y clasificando: una mosca, decimos. Y en ese mismo momento cognitivo, parte del milagro ha desaparecido. Una vez hemos etiquetado las cosas que nos rodean, dejamos de observarlas con tanta atención. Las palabras son parte de nuestro yo racional y olvidarnos de ellas un rato equivale a dejar que nuestro yo intuitivo vuele con total libertad. […] Mi creciente comprensión de David y de sus amigos incrementó el profundo respeto que siempre había sentido hacia formas de vida diferentes a las mías, y me permitió valorar desde una nueva perspectiva el lugar de los chimpancés y también el

Cántico de las criaturas, san Francisco de Asís

Hace unos 800 años, San Francisco de Asís, mientras vivía en San Damián y poco antes de su muerte (en 1226), escribió el Cántico de las criaturas. Esta obra es un himno que expresa amor, gratitud y unidad con toda forma de vida. Con el paso del tiempo, este himno ha trascendido fronteras y culturas, convirtiéndose en una inspiración para músicos, cantores y artistas de todo el mundo. Su mensaje, lleno de paz y ternura, nos recuerda la importancia de cuidar, respetar y amar la creación. En él, San Francisco nos invita a reconocer a Dios como el origen de toda vida y a asumir nuestra responsabilidad de protegerla y cultivarla con amor. A continuación, presentamos el Cántico de las criaturas, recitado en varios idiomas: italiano medieval, español, inglés, alemán y francés,  https://www.youtube.com/watch?v=rMt4rLoY9Mo   y en catalán, https://youtu.be/miF6rCuuFo0 El Cántico de las criaturas interpretado en diferentes lenguas:

El poder de la oración

Llevamos ya un tiempo produciendo podcasts sobre la oración que se pueden escuchar en nuestro canal YouTube . Las Colegiadas somos personas que practicamos regularmente tiempos largos para estar solas y en silencio. Hemos encontrado este vídeo de gran belleza, muy sintónico con nuestras convicciones. Vale la pena verlo y quizás algún día conocer este lugar presencialmente.

Ser en Fiesta

La colegiada Gemma Manau, teóloga nos habló sobre el tema de su tesis doctoral SER ENFIESTA. Ha trabajado sobre la noción rubiana de la fiesta. Podríamos calificar a AlfredoRubio de Castarlenas como un pensador y teólogo de la alegría. De hecho, la alegría deexistir es la piedra angular alrededor de la cual se construye su pensamiento y la fiesta esla manifestación de ésta. Sin embargo, no es ingenuo. Consciente del mal que hay en el mundo, afirma que lasciudades de la alegría se construirán sobre la sequedad de la iniquidad del mal, pues deotra forma serían vanas y efímeras. No elude el problema del mal, pero tampococonsidera que el sufrimiento sea óbice para la verdadera alegría y por lo tanto para lafiesta. Teológicamente Rubio afirma que Dios crea por gozo y gratuitamente, por lo que sepuede afirmar que Dios es el Dios Gaudens y Festivus. Ello significa que el amor, el gozo yla fiesta están inscritos en la Creación, al punto que se puede considerar que la fiesta esun existencial. En este taller ahondaremos en la noción rubiana de la fiesta para podervislumbrar la actualidad de su pensamiento.

Descubrir las beguinas

La Colegiata Cielo en la Tierra dedicó tiempo al estudio del movimiento de las beguinas. El video explica el proceso de aprendizaje que hemos seguido.

Teotemas

Se puede estudiar un tema de muy diferentes maneras: lecturas, conciertos, conferencias, viajes, entrevistas, conversaciones… Interesarse desde diferentes ángulos nos enriquece y nos entusiasma… Los podcasts llamados Teotemas reflejan nuestro interés por temas concretos. Después de haber organizado un círculo de lectura del libro “El beso de Dios. Las beguinas y la espiritualidad del Amado y los cuidados” y un concierto-conferencia “Libertad en las beguinas y otras mujeres”, un grupo de 26 personas viajarán al principios de septiembre 2025 al norte de Europa para visitar tres beguinatos. La serie de podcast Teotemas sobre las beguinas, producido por el equipo de redacción de la Colegiata, es una herramienta más para conocer mejor este movimiento de mujeres, que tanto nos inspiran hoy. 1.Sobre la Edad Media, contexto histórico en el cual nació y se desarrolló el movimiento de las beguinas. https://www.youtube.com/watch?v=CncKFWm3yEM 2. Sobre la estructura y la espiritualidad del movimiento de las beguinas. Sobre el origen de su nombre y su relación con la sociedad y la Iglesia… https://www.youtube.com/watch?v=6jo4o5g_KGs&t=8s 3. Sobre algunas beguinas concretas, de las cuales nos han llegado escritos. El movimiento también llegó a la península ibérica donde se les llamaron “beatas”. https://www.youtube.com/watch?v=WsuXe7igIxU 4. Sobre la Espiritualidad del Amado, una espiritualidad que muchas beguinas adoptaron y que se transparenta en sus escritos místicos. Se trata de la búsqueda incesante del ser humano que anhela encontrar el beso de Dios. https://www.youtube.com/watch?v=n00qE2XOJyU

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