
Creo que el ser humano es un ser sediento de amistad, y en la medida en que se va
abriendo a la amistad con los otros, su ser se va esponjando como por milagro.
Son muchas las personas que a lo largo de la historia se han expresado por escrito
sobre la amistad. Quizá, se deba a la gran importancia que tiene la amistad en la
vida del ser humano para su desarrollo global, su armonía interna, sus relaciones
con las otras personas y con el mundo.
¿Cómo vivir la amistad para que vaya siendo cada vez más verdadera? La pregunta
es importante pero no es fácil de contestar, pues no existe receta. Sin embargo,
podríamos reflexionar sobre ciertas características que podrían ayudarnos a quitar
las basuras que, a veces, tanto la empañan y así poder vivir la amistad con mayor
transparencia.
1. No forzar: La amistad no se puede imponer. No podemos forzar a nadie a ser
amigo nuestro, ni tampoco nadie puede forzarnos a ser amigo de nadie. La amistad
o es libre o no es amistad. Los amigos, además, han de ayudarse mutuamente para
hacer crecer la amistad del otro. Que cada día se ‘necesiten’ menos en todo aquello
que no sea la pura amistad. Así irán viviendo cada vez más la dimensión de
gratuidad por la sola amistad. No se pueden crear dependencias fuera de la mera
amistad ni facilitarlas. Eso no quiere decir que en virtud, precisamente, de esta
amistad benevolente, nada egoísta, uno no esté dispuesto a hacer por el amigo
cualquier sacrificio y ayuda.
2. No engañar: No puedo disimular, haciendo creer al otro que soy distinto de lo que
soy, para que el otro me ame. Lograría, así que el otro fuera amigo de lo que yo
aparento ser, pero que no existe. Tampoco he de idealizar al amigo, enaltecerlo, en
el fondo, por propio orgullo al poder decir: esa persona tan excelente ¡es amiga mía!
Pudiera ser que si lo miro tal cual es, me parezca que no lo voy a amar y entonces lo
hago más grande, lo adorno con virtudes que no tiene y así, ahora sí, creo que es
digno de que yo le ame. De ahí vienen muchas rupturas en las amistades cuando
llegan a contemplar al amigo tal cual es.
3. No ilusionar vanamente: Ilusionar es engañar simulando por mi parte una
disposición a la amistad que en realidad no tengo. Es dejar creer al otro que voy
siendo amigo suyo, sabiendo que no es así. Saber que le estoy engañando respecto
a mis disposiciones y no sacarle del engaño. O hacerle soñar y desear cosas que
uno sabe que, en realidad, no puede ofrecer.
4. No ser egoísta: La persona egoísta somete la amistad a su propio bien. No puedo
ser amigo de otro teniendo como objetivo primario mi bien, buscando casi sólo mi
propio provecho. He de buscar principalmente el bien de mis amigos, desear hacerles
felices.
5. No comprometer: O sea, poner en peligro de cualquier índole al amigo,
precisamente por nuestra amistad en sí. No podemos divulgar la amistad que
tenemos con alguien si por alguna razón ello le compromete o perjudica.
6. No ironizar: La ironía es hacer una broma punzante del otro; es dejarlo en mal
lugar, es hacerle un poco de sangre. No se ha de ironizar a nadie, pero mucho
menos a los amigos. ¿Por qué? Por dos razones: porque para ello se utilizan, a
menudo, conocimientos y datos que son de la intimidad de la amistad, y además
porque me aprovecho del amigo dado que él, por el bien de la amistad, quizá no
responda del mismo modo.
7. No prostituir: No hemos de utilizar la amistad para otros fines. He de amar al
amigo por lo que es, no por lo que puede dar, ni por el beneficio que puedo sacar,
ni por el prestigio que pueda obtener al ser amigo suyo. No se puede buscar la
amistad como medio para otras cosas. La amistad debe ser término en sí misma. No
pretender conquistar la amistad con bienes materiales, sin darnos verdaderamente.
8. No cazar ni dejarse cazar: La amistad nos hace libres, no puede esclavizar. Se es
amigo porque se quiere y se sigue siendo amigo porque se sigue queriendo. La
amistad no debe atar. Hay gente que tiene miedo de que el amigo se le vaya y va
tejiendo una sutil tela de araña hasta que lo enreda y lo tiene preso dentro. Por otro
lado, hay personas que tienen un cierto miedo a ir por la vida, y se hacen vasallos
de alguien más fuerte. Entonces, dentro de esa voluntaria red, se sienten felices
pero están cazados para toda la vida. La amistad es una entrega, pero una entrega
que, a la vez, te hace ir siendo más libre, no te ata, sino que te ayuda a desatarte de
toda trampa. Antes hablábamos de no forzar. En esta característica de la amistad
que ahora tratamos, el amigo no es de mi propiedad. No hemos de tratar de poseer
personas, nunca.
9. No mandar ni dejarse mandar: Donde hay mando, es que hay autoridad, obediencia,
eso mata la amistad. Mientras haya jerarquía (por ejemplo: padres-hijos,
empresarios-obreros, entre otras) no puede haber verdadera amistad. En ésta, ha de haber
libertad, nada de coacción, nada de dependencia o de obligación. Es propio del
amigo no mandar sino pedir, solicitar, proponer. Y viceversa, no obedecer sino
acoger, ser delicadamente dócil, pero libremente, no como un esclavo sino como un
ser humano libre.
10. Amar y dejarse amar: Es mutuo por parte de todos los seres amigos, el amor. Si
de estos sentimientos, yo soy el que quiere dar agua, pero como si nunca necesitara
de ella, no pido que me quieran, incluso no me dejo querer, la amistad, así, se va
desequilibrando. Dejarse querer es una tremenda humildad. Nos cuesta porque
para ello tenemos que reconocer que somos limitados y que también necesitamos
que nos amen, que nos cuiden, que se ocupen de nosotros. Tan importante es amar
como dejarse amar.
Después de meditar sobre estas características, quizá tengamos la impresión de
que estamos a muchísimos kilómetros de distancia de ser verdaderos amigos de
nuestros amigos, o pensaremos que es algo imposible. No creo que haya que
desanimarse. La amistad es algo que se construye cada día, y que requiere
esfuerzo por parte de todos los interesados. ¿Y si nos lanzáramos por los caminos
de la amistad con estos puntos de referencia en nuestras alforjas?
María de Jesús Chávez-Camacho
Artículo publicado en la Revista RE núm. 28-29 (1991)