Amistad con mayor transparencia

Pexels, Pixabal

Creo que el ser humano es un ser sediento de amistad, y en la medida en que se va

abriendo a la amistad con los otros, su ser se va esponjando como por milagro.

Son muchas las personas que a lo largo de la historia se han expresado por escrito

sobre la amistad. Quizá, se deba a la gran importancia que tiene la amistad en la

vida del ser humano para su desarrollo global, su armonía interna, sus relaciones

con las otras personas y con el mundo.

¿Cómo vivir la amistad para que vaya siendo cada vez más verdadera? La pregunta

es importante pero no es fácil de contestar, pues no existe receta. Sin embargo,

podríamos reflexionar sobre ciertas características que podrían ayudarnos a quitar

las basuras que, a veces, tanto la empañan y así poder vivir la amistad con mayor

transparencia.

1. No forzar: La amistad no se puede imponer. No podemos forzar a nadie a ser

amigo nuestro, ni tampoco nadie puede forzarnos a ser amigo de nadie. La amistad

o es libre o no es amistad. Los amigos, además, han de ayudarse mutuamente para

hacer crecer la amistad del otro. Que cada día se ‘necesiten’ menos en todo aquello

que no sea la pura amistad. Así irán viviendo cada vez más la dimensión de

gratuidad por la sola amistad. No se pueden crear dependencias fuera de la mera

amistad ni facilitarlas. Eso no quiere decir que en virtud, precisamente, de esta

amistad benevolente, nada egoísta, uno no esté dispuesto a hacer por el amigo

cualquier sacrificio y ayuda.

2. No engañar: No puedo disimular, haciendo creer al otro que soy distinto de lo que

soy, para que el otro me ame. Lograría, así que el otro fuera amigo de lo que yo

aparento ser, pero que no existe. Tampoco he de idealizar al amigo, enaltecerlo, en

el fondo, por propio orgullo al poder decir: esa persona tan excelente ¡es amiga mía!

Pudiera ser que si lo miro tal cual es, me parezca que no lo voy a amar y entonces lo

hago más grande, lo adorno con virtudes que no tiene y así, ahora sí, creo que es

digno de que yo le ame. De ahí vienen muchas rupturas en las amistades cuando

llegan a contemplar al amigo tal cual es.

3. No ilusionar vanamente: Ilusionar es engañar simulando por mi parte una

disposición a la amistad que en realidad no tengo. Es dejar creer al otro que voy

siendo amigo suyo, sabiendo que no es así. Saber que le estoy engañando respecto

a mis disposiciones y no sacarle del engaño. O hacerle soñar y desear cosas que

uno sabe que, en realidad, no puede ofrecer.

4. No ser egoísta: La persona egoísta somete la amistad a su propio bien. No puedo

ser amigo de otro teniendo como objetivo primario mi bien, buscando casi sólo mi

propio provecho. He de buscar principalmente el bien de mis amigos, desear hacerles

felices.

5. No comprometer: O sea, poner en peligro de cualquier índole al amigo,

precisamente por nuestra amistad en sí. No podemos divulgar la amistad que

tenemos con alguien si por alguna razón ello le compromete o perjudica.

6. No ironizar: La ironía es hacer una broma punzante del otro; es dejarlo en mal

lugar, es hacerle un poco de sangre. No se ha de ironizar a nadie, pero mucho

menos a los amigos. ¿Por qué? Por dos razones: porque para ello se utilizan, a

menudo, conocimientos y datos que son de la intimidad de la amistad, y además

porque me aprovecho del amigo dado que él, por el bien de la amistad, quizá no

responda del mismo modo.

7. No prostituir: No hemos de utilizar la amistad para otros fines. He de amar al

amigo por lo que es, no por lo que puede dar, ni por el beneficio que puedo sacar,

ni por el prestigio que pueda obtener al ser amigo suyo. No se puede buscar la

amistad como medio para otras cosas. La amistad debe ser término en sí misma. No

pretender conquistar la amistad con bienes materiales, sin darnos verdaderamente.

8. No cazar ni dejarse cazar: La amistad nos hace libres, no puede esclavizar. Se es

amigo porque se quiere y se sigue siendo amigo porque se sigue queriendo. La

amistad no debe atar. Hay gente que tiene miedo de que el amigo se le vaya y va

tejiendo una sutil tela de araña hasta que lo enreda y lo tiene preso dentro. Por otro

lado, hay personas que tienen un cierto miedo a ir por la vida, y se hacen vasallos

de alguien más fuerte. Entonces, dentro de esa voluntaria red, se sienten felices

pero están cazados para toda la vida. La amistad es una entrega, pero una entrega

que, a la vez, te hace ir siendo más libre, no te ata, sino que te ayuda a desatarte de

toda trampa. Antes hablábamos de no forzar. En esta característica de la amistad

que ahora tratamos, el amigo no es de mi propiedad. No hemos de tratar de poseer

personas, nunca.

9. No mandar ni dejarse mandar: Donde hay mando, es que hay autoridad, obediencia,

eso mata la amistad. Mientras haya jerarquía (por ejemplo: padres-hijos,

empresarios-obreros, entre otras) no puede haber verdadera amistad. En ésta, ha de haber

libertad, nada de coacción, nada de dependencia o de obligación. Es propio del

amigo no mandar sino pedir, solicitar, proponer. Y viceversa, no obedecer sino

acoger, ser delicadamente dócil, pero libremente, no como un esclavo sino como un

ser humano libre.

10. Amar y dejarse amar: Es mutuo por parte de todos los seres amigos, el amor. Si

de estos sentimientos, yo soy el que quiere dar agua, pero como si nunca necesitara

de ella, no pido que me quieran, incluso no me dejo querer, la amistad, así, se va

desequilibrando. Dejarse querer es una tremenda humildad. Nos cuesta porque

para ello tenemos que reconocer que somos limitados y que también necesitamos

que nos amen, que nos cuiden, que se ocupen de nosotros. Tan importante es amar

como dejarse amar.

Después de meditar sobre estas características, quizá tengamos la impresión de

que estamos a muchísimos kilómetros de distancia de ser verdaderos amigos de

nuestros amigos, o pensaremos que es algo imposible. No creo que haya que

desanimarse. La amistad es algo que se construye cada día, y que requiere

esfuerzo por parte de todos los interesados. ¿Y si nos lanzáramos por los caminos

de la amistad con estos puntos de referencia en nuestras alforjas?

María de Jesús Chávez-Camacho

Artículo publicado en la Revista RE núm. 28-29 (1991)

© 2022 |  Todos los Derechos Reservados  Colegiata Cielo en la Tierra – Una web de  Mauricio Mardones