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La regeneración del planeta, fuente inagotable de riqueza

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StockSnap, Pixabay

Participé en una sesión de trabajo organizada por el Centro de Estudios Alfredo Rubio, de la ‘Universitas Albertiana’, para preparar el primer Congreso sobre Realismo Existencial, “Fundamentos para una equidad”. Uno de los ponentes, el economista y auditor de cuentas, David Martínez disertó sobre “Desigualdad, tecnología y el futuro del planeta”.  

Entre sus sugerentes propuestas mencionó el movimiento internacional “HOPE” (esperanza) que muestra, científicamente y en la práctica, la capacidad para encontrar soluciones regenerativas.

En ocasiones había visto algunos videos de HOPE. Todos ellos creativos y motivadores para el despertar de las consciencias hacia un giro copernicano, difícil pero viable: detener el cambio climático fruto de la depredación humana, la falta de comunión y fraternidad entre nosotros y con el planeta. 

En la Web de HOPE, entre otras propuestas, presentan la serie, Estamos a tiempo, con Javier Peña. Una serie de reportajes que desvelan experiencias reales de que es posible accionar en pro de la vida. Vivimos en un planeta generoso y, en equilibrio, todos ganamos.

La esperanza de esta serie y la labor de HOPE está en que, la crisis climática se presenta como una oportunidad única para transformar nuestro futuro. Nos ofrecen valiosísimas iniciativas de regeneración ecológica que, no sólo han restaurado la vida en la Tierra, también han mejorado la calidad de vida de las personas.

Estamos a tiempo consta de 6 capítulos (1. La gran oportunidad, 2. El poder de las palabras, 3. Metamorfosis, 4. Lo invisible, 5. La gran transformación, 6. El ingrediente secreto) y puede verse en RTVE – Play, también a través de otras plataformas.

Al respecto de la serie y de las transformaciones que en el mundo necesitamos realizar para que sea más justo, solidario y fraterno, el economista David Martínez comentó en su exposición Desigualdad, tecnología y el futuro del planeta que, “Las soluciones que aportan son soluciones viables y rentables económicamente: pueden hacerse creando millones de empleos. Empleos que, en muchos casos, podrían estar situados en aquellas regiones del planeta donde la desigualdad es más profunda. No se trata de oponer un mundo “tecnificado” a un mundo “naturalizado”, sino de reconciliar ambas dimensiones. De entender que la dignidad no se alcanza solo con conectividad o digitalización, sino también con tierra fértil, agua limpia y comunidades cohesionadas”.

Y continuó, “Por eso, abogo por un nuevo modelo de desarrollo. Un modelo que tenga en su centro la regeneración del planeta como fuente inagotable de riqueza. Que use la tecnología no para excluir, sino para integrar. Que genere empleos dignos, sostenibles, arraigados en el territorio. Que revalorice la economía primaria -la agricultura, la pesca, la silvicultura- no como actividades del pasado, sino como el corazón de un futuro viable. En definitiva, un modelo económico que iguale en dignidad, en lugar de separar y segmentar porque todos nos necesitamos para sobrevivir en este planeta”.

“No podemos permitirnos seguir corriendo tras una modernidad vacía que convierte todo en mercancía y todo lo desecha. Debemos imaginar otro modo de habitar el planeta. Donde la dignidad de las personas y la salud del planeta no estén en conflicto, sino en armonía”.

Cada uno desde nuestro lugar y espacio, tenemos un papel insustituible en la regeneración ecológica y, como la tierra es generosa, esperamos que sus efectos multiplicadores germinen en vida abundante para el planeta y todos sus habitantes.

Anna M. Ollé Borque

Barcelona

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