ELPIS, TIKVAH, AMAL: UNA APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE ESPERANZA DESDE LA FILOLOGÍA, LA ANTROPOLOGÍA Y LA TEOLOGÍA
La esperanza: un elemento antropológico constitutivo del ser humano
Hace ya algunos años, en toda España se hizo famosa la historia del perro Canelo. Canelo era un can que había acompañado a su humano hasta la misma puerta de un hospital de Cádiz y permanecía allí día tras día esperando su regreso sin saber que el buen hombre había fallecido. Muchos fueron los que, conmovidos por la situación, intentaron quitar al animal de la calle y darle refugio, pero Canelo, perseverante, volvía una y otra vez al mismo sitio y allí tuvo su hogar hasta el día en que él también cruzó el arcoíris.
Cada vez que el hecho se ha relatado, ha sido para hacer hincapié en la lección de fidelidad de Canelo y en su amor incondicional por la persona con la que compartía su vida, elementos, sin duda, determinantes de su actitud. Pero se pasa por alto otro motivo, no menos importante, que lo llevó a no cejar en el empeño de reencontrarse con el que era su compañero: la esperanza.
Y es que, incluso en los animales, no se puede entender el principio de resiliencia sin la esperanza. Ante la adversidad, sólo la confianza en el futuro, la certeza de que no todo está perdido porque existen potencialidades que aún no se han desarrollado son los pilares que sostienen las fuerzas para seguir luchando. Podríamos decir, por tanto, que la esperanza es un elemento antropológico constitutivo del ser humano caracterizado como realidad histórica y ser en continuo desarrollo, tanto personal como social.
La esperanza: un impulso motivador
En este sentido, la Asociación Estadounidense de Psicología define la esperanza como «la expectativa de tener experiencias positivas o de que una situación potencialmente amenazadora o negativa no habrá lugar o que, en última instancia, se tornará en un estado de cosas favorable ». Y no podemos olvidar a este respecto, las conclusiones del investigador Martin Seligman, quien, tras haber estudiado el proceso de la indefensión aprendida, en su última publicación, El circuito de la esperanza, concluye que dicho circuito es una estructura cerebral asociada a la corteza prefrontal de funcionamiento complejo por el cual, ante las amenazas y adversidades, el ser humano supera la pasividad de la indefensión y pone en marcha mecanismos de acción y perseverancia a fin de lograr objetivos de superación .
Cabe, por tanto, destacar que la esperanza, como impulso motivador del ser humano ha estado presente en todas las culturas, si bien siempre con un aspecto ambivalente: por una parte ha sido valorada por su capacidad de sostén ante la adversidad, pero por otra también denostada como nutricia de falsas expectativas. De ahí que sea importante distinguir muy bien entre la vana ilusión sin fundamento y la esperanza sólida impulsora de la acción.
La esperanza salvará al ser humano cuando no encuentre nada más…
Para los griegos, la esperanza, Ἐλπίς, era una diosa relacionada con Πίστις, la confianza, y Σωφροσύνη, la moderación, las tres personificaciones de conceptos alegóricos. La esperanza fue lo único que quedó en el ánfora cuando, tras destaparla Pandora todos los males se dispersaron por la tierra. Es lo que nos cuenta Hesíodo en Los trabajos y los días: «Pero aquella mujer, al levantar con sus manos la enorme tapadera de un ánfora, permitió que se esparcieran (los males) y procuró a los hombres lamentables desazones. Sólo quedó allí dentro la Esperanza, aprisionada entre inquebrantables muros bajo los bordes del ánfora pues no pudo volar hacia la salida ya que antes cayó la tapadera del ánfora por voluntad de Zeus portador de la égida y aglutinador de nubes» . Podemos preguntarnos, ¿es la esperanza en el texto de Hesíodo uno más de los males o representa la única oportunidad de la humanidad para hacer frente a estos? ¿Quedó en el ánfora porque Zeus no quiso que el ser humano se abandonara a una falsa ilusión o permaneció allí para recordar que siempre es posible esperar?
El texto no nos aclara tal punto. Quien sí lo hace es el poeta Teognis, que da otra versión del mito. Para este autor, cuando la curiosidad llevó a Pandora a destapar el recipiente, salieron los bienes, que volaron al cielo para abandonar la tierra, en donde el único buen espíritu que quedó fue la esperanza: «La Esperanza es el único buen númen que queda entre la humanidad; los demás se han marchado al Olimpo. La Confianza, una deidad poderosa, se fue también, la Moderación se ha alejado de los seres humanos, y las Gracias, mi amigo, han dejado la tierra. Ya no hay confianza alguna en los juramentos de los hombres ni tampoco nadie da culto a los dioses inmortales; la raza de los piadosos ha perecido y la humanidad ya no reconoce las leyes de comportamiento ni los actos de piedad. Pero mientras el hombre viva y vea la luz del sol, que muestre temor a los dioses y cuente con la Esperanza. Que ore a los dioses y queme grandes huesos de muslo, en ofrenda a la Esperanza en primer y último lugar ». A pesar de que la bondad haya abandonado el mundo, Teognis insiste en el valor de la esperanza, es un «buen númen» que salvará al ser humano cuando no encuentre nada más.
En Roma, siguiendo esta tradición, se alzaban altares a Spes, la «ultima dea», ya que la esperanza es lo último que queda a la humanidad, lo que permaneció en el fondo de la tinaja cuando todo lo demás había desaparecido.
La esperanza: una certeza y una actitud
En hebreo, la palabra esperanza es תִּקְוָה (tikvah), de la raíz verbal KVH, «unir con una cuerda», «recolectar». De hecho, otro de los significados del término es «cuerda», «soga». La esperanza no es algo abstracto, sino que se palpa, se toca con la mano. A la esperanza la persona se tiene que agarrar, debe asirla con fuerza, como quien se aferra a un cabo para no perecer en la tempestad, lo cual entraña una acción. La esperanza no es, por tanto, una ilusión pasiva, sino una certeza, un acicate, una actitud más que un sentimiento.
Esta actitud en el Antiguo Testamento parte de la confianza en Yahweh. Es lo que encontramos en el salmo 62: «Descansa sólo en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza ». O cuando el salmista se pregunta: «Y ahora, Señor, ¿qué espero? En ti está mi esperanza ».
Dios se presenta así como el fundamento firme sobre el que reposa la expectación en el futuro del creyente, ya que, como afirma el libro de Job, «Dios salva al pobre de la lengua afilada, de la mano violenta; da esperanza al desvalido y tapa la boca a los malvados ».
Que la esperanza no es ilusión banal, sino que tiene razones para su certeza nos habla el salmo 9: «Pues el necesitado no será olvidado para siempre, ni la esperanza de los afligidos perecerá eternamente ».
El profeta Jeremías habla de la certeza de un futuro mejor para el pueblo. En eso consiste también la esperanza, en el trabajo con vistas al porvenir colectivo: Pues así dice el Señor: «Reprime tus sollozos, enjuga tus lágrimas -oráculo del Señor- , tu trabajo será pagado, volverán del país enemigo; hay esperanza de un porvenir -oráculo del Señor- , volverán los hijos a la patria ».
La esperanza: una contemplación o un reflejo del futuro
La valoración ambivalente de la esperanza volvemos a encontrarla en el Corán. En árabe, la palabra أمــــــل (amal) es de la misma raíz del verbo يتأمـــــــــــل , que significa tanto «contemplar» como «reflejar». La esperanza, por tanto, sería una contemplación o un reflejo del futuro. Pero, a veces, ya se sabe, los reflejos pueden ser espejismos y no siempre el ser humano es capaz de contemplar con mirada certera. Es a lo que se refiere el Sagrado Corán en la aleya 3 de la sura 15: «Déjalos que coman y beban mientras les distrae la falsa esperanza », en donde la expresión «falsa esperanza» es traducción del término أمــــــل (amal).
Sin embargo, un sentido muy distinto tiene la misma palabra en la aleya 46 de la sura 18: «La riqueza y los hijos son el adorno de la vida del mundo, pero las palabras y acciones rectas que perduran son mejor ante tu Señor en recompensa y esperanza ». En este caso hay que tener muy en cuenta la secuencia textual en la que el término está empleado. Por una parte, la esperanza no es algo banal ni ilusorio ya que se sustenta en algo real y concreto: las palabras y las acciones rectas. Y por otra parte, para un buen musulmán, la esperanza sólo puede proceder de Dios, que es el garante del futuro en plenitud.
La esperanza como motor para la transformación
La esperanza para los cristianos es, junto con la fe y la caridad, una virtud teologal. Significa que se coloca en el plano espiritual del seguidor de Jesús de Nazaret y, frente a las cardinales, que son de orden moral, parten de la gracia recibida por los dones del Espíritu porque tienen como origen, motivo y objeto a Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica define la esperanza como «la virtud teologal por la que aspiramos como nuestra felicidad al Reino de los cielos y a la vida eterna, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no sobre nuestras fuerzas, sino en la ayuda de la gracia del Espíritu Santo ». Se apoya tal definición sobre todo en la teología paulina y en textos de las cartas apostólicas como la Carta a los Hebreos: «Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa », o la de Timoteo: «El Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna ».
El Catecismo sitúa el origen de la esperanza en las bienaventuranzas, pero, desde mi punto de vista, con una visión excesivamente escatológica, ya que sitúa el horizonte de las mismas «en el cielo» olvidando todo el potencial que el concepto de «Reinado de Dios» tiene en tanto que transformación de la realidad a fin de que la paz, la igualdad y la justicia se enseñoreen en el mundo, pues el Reino anunciado por Jesús no es de este mundo, en el sentido de que no pertenece a estas estructuras opresoras, pero sí es para esta humanidad y para este planeta.
En ese sentido, cuando el cristiano habla de «dar razones de su esperanza» en unas sociedades plurales y secularizadas, es a eso y no a otra cosa a lo que se está refiriendo: a que llevado por el Espíritu está llamado a unir sus manos con las de todas las personas de buena voluntad para trabajar por un mundo mejor en el que la vida se derrame en abundancia. Es la esperanza de que, a pesar de las guerras, las injusticias, la degradación de la tierra, el mal no tendrá la última palabra, de que la humanidad camina hacia un mayor grado de conciencia porque su fin último no es la aniquilación, sino la plenitud.
No estaría muy lejana esta concepción de la esperanza como motor para la transformación del pensamiento del filósofo Ernst Bloch para quien los seres humanos son sujeto de esperanza porque esta nace en ellos, se desarrolla en ellos y en ellos tiene su origen, por lo que en sus vidas es algo básico que deben aprender . Este principio de esperanza y utopía está encuadrado en lo que Bloch llama «categoría de posibilidad», que es una tendencia primaria al porvenir proveniente de la conciencia humana . La conciencia utópica es horizonte ontológico que debe ser ejercido desde la esperanza que tiene como más apremiante objetivo la paz y la justicia .
Epílogo
Y es que, en un mundo de entrañas descosidas, roto, que nos parece desahuciado mientras sus heridas sangran hiel, sólo la caricia de las manos de la esperanza puede aportar a la humanidad la dosis necesaria de ternura, de confianza y de amor. En resumen, de vida.
Inma Calderón
Sevilla, en vísperas de la celebración de la esperanza